martes, 22 de diciembre de 2009

Desde mi corazón





Laura reflexionaba sobre los acontecimientos de ese día mientras conducía por aquella carretera que tantas veces recorrería. La mañana había transcurrido sin numerosos desasosiegos salvo por el maldito temporal que acechaba el cielo sin detenerse en contemplaciones. El sol tímidamente se dejaría ver temprano para a media mañana esconderse tras los malhumorados nubarrones que presagiaban intensa lluvia.

Aquel día, Laura tenía planeado recorrer cerca de 70 kilómetros para comer con sus padres, a quienes tenía algo olvidados. Nunca quiso obligaciones y desde jovencita sintió que tenía que alejarse de ellos, como si la cercanía le produjera malestar.
Muchas veces analizaba su aparente frialdad ante el supuesto lógico vínculo familiar, que nuestra sociedad impone y siempre concluía que ella era "rara" porque no los necesitaba ni sentía la preocupación por saber de ellos.
Antes de este último año, era su madre la que la llamaba para saber de Laura. Eso a ella la agobiaba porque necesitaba escapar a su "supuesto control". Ahora las cosas habían cambiado mucho desde su enfermedad... aunque el escaso vínculo para con ellos seguía existiendo como antaño.
Hacía poco menos de un año que a su madre le habían diagnosticado un cáncer y Laura sentía que tenia que preocuparse más por ella. Al principio estuvo a su lado, sobretodo porque veía a su padre cansado y temeroso por la posibilidad de perderla pero también porque creía que quizás ahora podrían estar más cercanas madre e hija. Desde luego, Laura, fiel seguidora de la teoría que todo sucede por alguna razón, pensaba que el cáncer cumplía una función en su madre, avisarla que tenía que vivir más en el presente y pensar más en ella y no tanto en las autoobligaciones que se habia impuesto a lo largo de sus 70 años.
Pero fuera o no fuera cierta esa funcionalidad, lo que ahora Laura tenia claro es que en cualquier caso su madre no había entendido nada y aunque días atrás se lamentara de que así fuera, ahora, con otra perspectiva, se compadecía con cariño de su madre. Sucede a veces que desde fuera contemplamos estupendamente determinada escena, pero precisamente, necesitamos salirnos para verlo claro. No hay que juzgar, simplemente hay que ponerse en el lugar de la otra persona, siendo ella con sus creencias, con sus valores, para entenderla.
Hoy, sin ir más lejos, cuando Laura le dijo "Tú tienes el poder para luchar contra esta enfermedad" a lo que su madre respondió "Díme donde está ese poder que yo no lo sé ver", ella supo comprender que esas palabras tan lógicas en su mente eran un puro galimatías para su madre. La decepción de antaño pasó a comprensión actual. Hay que entender y compadecerse de aquel que no está en disposición de aceptar ese conocimiento.

Laura sonreía feliz al recordar el rostro de su abuela cuando la había visto aparecer por su habitación en la residencia que ocupaba desde ya hacía... ¿tres años? Curioso el dato porque precisamente Laura fue quien consiguió esa plaza pero nunca la habia ido a visitar allí. En estos últimos tres años, la habría visto a lo sumo cuatro veces; la última, la recordaría claramente su abuela, "el 4 de noviembre de 2008" le había dicho, sin que su tono de voz reflejara crítica o reproche alguno. Laura no sabía porque motivo había elegido el dia de hoy para verla,... quizás sentía que el recuerdo de su rostro se desdibujaba y necesitaba volver a contornearlo antes que fuera demasiado tarde. Estaba claro que habia valido la pena, la sensación de satisfacción que le transmitiría su abuela y de paz, sobretodo de paz, como si interiormente una voz le susurrara al oído "Ahora ya puedo morir".
Esos escasos quince minutos en esa habitación se sentían eternos para Laura por la plenitud que la experiencia le aportaría. La conversación mantenida con aquella mujer de 93 años, tan lúcida, recordando aquellas personas importantes para Laura, su tranquilidad, su sosiego, su cercanía, su comprensión, la calidez de sus frágiles manos,...

Mientras se acercaba a la urbanización donde residía, transcurridos los 70 kilómetros que distaban de la ciudad, Laura agradeció ese día, en el que a pesar de no contemplar apenas el sol, las pequeñas nebulosas que entorpecían a menudo su mente desaparecerían dando paso a una sensación de bienestar que eclipsaría cualquier duda o temor. Una sonrisa de comprensión iluminaría su rostro entendiendo ahora aquella frase que así reza: "La vida tiene pequeños milagros en las cosas más insignificantes, sólo hay que atreverse a observar y contagiarse del milagro"

lunes, 14 de diciembre de 2009

Un espejo al mundo




Elena se sentía bella. Había llegado a la cuarentena pero sus rasgos mantenían la textura de su juventud. Apenas discretas arrugas se agrupaban alrededor de aquellos avispados ojos negros que a tantos hombres habían enamorado.
Aquella mañana mantenía su mirada atenta hacia su persona. Sabía que lo que veía seguía siendo bello pero sin embargo algo en sí misma le decía que no era así.
“Esa maldita vocecita que tanto me hace dudar” se decía mientras seguía atrapada ante ese espejo. Parecía querer traspasarlo o quizás esperar a que el tiempo se detuviera y le diera una respuesta a esa inquietud que le quemaba el alma.
Tenía todo lo que una mujer podía desear: fama, belleza, inteligencia, un hombre adorable a su lado y unos hijos maravillosos. Los años de duro trabajo habían quedado atrás y ahora era cuando podía recibir la tan preciada recompensa: su felicidad. Había, de todas formas, alguna cosa que ensombrecía su alma y muy a su pesar, no lograba adivinar el motivo.

Como Elena, muchos de nosotros, los humanos, sentimos un terrible vacío que nos azota hasta el fondo de nuestro ser. Aparentemente lo tenemos todo pero seguimos sintiendo que algo nos falla.
Como Elena, muchos de nosotros, los humanos, nos quedamos atrapados frente a nuestro espejo, contemplándonos, pero no como Narciso admirando la propia belleza sino tratando de atravesar el alma.

Nuestra alma se halla prisionera en el fondo de nuestros corazones y cubierta de multitud de edredones que la protegen de la frialdad de su cobijo al tiempo que la aíslan de nuestra persona. La distancia proporciona el olvido.

El espejo no refleja el alma, así es que por más que tratemos de recordarla no lo lograremos simplemente con permanecer atentos a su transparencia.
El alma se funde en eco en nuestros corazones, sólo hay que escucharlos para oír como nos habla, como se queja mientras nosotros, esos cuerpos bellos y humanos nos perdemos en las banalidades de nuestras vidas pobres de espíritu aunque ricas de materia, de Ego creyendo que ese quizás sea nuestro propósito en la Tierra.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

NUESTRA SALUD EMOCIONAL




El ritmo diario se acelera y con cada emoción negativa que dejamos emerger, contaminamos nuestro entorno y desatendemos nuestra salud.

Del mismo modo que realizamos chequeos para revisar nuestro estado de salud física, tendríamos que llevar a cabo controles para atender nuestra salud emocional. Nosotros somos los únicos médicos que podemos curar ese malestar del alma y eso puede lograrse atendiendo nuestros pensamientos para entender el propósito de algunas de las emociones negativas sentidas.

El pensamiento crea emociones, así si el pensamiento es honesto, racional, positivo, la emoción que se creará será agradable y pura. Pero si nos dejamos llevar por la irracionalidad, por la interpretación de las vivencias, por el orgullo de nuestro Ego, lo único que podrá salir de todo ello será Rabia, Egoísmo, Ira, Desprecio, Ansiedad, Temor, Celos.
Todas esas emociones negativas causan un tremendo dolor en nuestro interior, que sabe que la clave para no sentirlas está en nosotros mismos pero demasiadas veces nos dejamos llevar por el pensamiento destructivo.

Cuando usamos las comparaciones, las diferenciaciones, las críticas, el poder, la lucha, o nos proclamamos jueces de nuestros iguales, estamos invocando esas emociones negativas que nos corroen.
Cuando usamos la humildad, el agradecimiento, la compasión o el perdón, cuando sentimos desde el corazón de nuestro interior, transformamos las emociones en positivas y ello conduce a un equilibrio de nuestra persona.
Conseguimos dos cosas: una primera sentirnos bien y en segundo lugar y como consecuencia de la primera, reducir la negatividad en el otro.

Nuestra salubridad emocional provoca un efecto imán en las personas de nuestro entorno: si nosotros estamos bien, ellos también.
Os habéis parado a pensar si realmente ¿vale la pena el consumo diario de energía malgastada en defender hechos tan poco importantes?
¿Quién gana en ello? Desde luego nosotros no y por supuesto nuestro interior tampoco, quizás ganaría aquel que estuviera interesado en alimentarse de sentimientos negativos, mediocres y deshumanizados.

Pensemos en nosotros primero, pero después en nuestro mundo, y al igual que procuramos no contaminar, favorezcamos la ecología emocional : un universo limpio habitado por seres puros y positivos.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Despertar




Con este nuevo artículo reabro el blog pero con un enfoque más concreto. Mi anterior etapa pretendía acoger diferentes composiciones como si de una escritora polifacética se tratara y la verdad es que cuando me toca hacer una novela, o escribir un cuento, me cuesta porque aunque de pequeña sí mostré mucho interés por la literatura ciertamente acabé siendo psicóloga y eso, aunque a veces trate de negármelo, forma parte de mi persona y es con ese formato con el que me siento realmente cómoda. Se me dan mejor los artículos de autoayuda que tratar de novelar lo que explico en un relato.

Hace años con ayuda de mi pareja puse en marcha una web en la que hablaba de temas de psicología con la finalidad de servir virtualmente de terapeuta. Por motivos ajenos a nuestras personas el portal donde se visualizaba la susodicha web cerró y la terapia virtual terminó.

Muchas veces me he quejado de mi profesión, me he querido alejar de ella porque la culpaba de las múltiples preguntas sin respuesta que como ser humano me hago. Tantas y tantas recetas para otros que pocas veces me apliqué. Ahora que he entrado en una etapa más madura, en la que he aprendido a valorar lo recibido y a entender que no hay que buscar fuera las respuestas que en ti habitan, siento necesidad de compartir ese despertar con todo aquel ávido de saber. En este punto mi propósito es nuevamente la ayuda, la terapia, repetir aquello que os dice vuestro interior pero que tan pocas veces escuchamos. Sí parece una frase hecha pero es bien cierta.
Nuestra disciplina siempre ha potenciado al hombre, se ha referido a él en los términos de “ser esencial, especial, único, independiente” y esto es así porque todas las preguntas que nos hacemos cuando nos sentimos perdidos tienen su respuesta en el propio ser que las cuestiona. El problema es que nos quedamos atrapados en la pregunta, inmóviles lamentándonos de nuestra vida, tirando por la borda ápices de luz que nos iluminen porque al no escuchar nuestro interior no lo oímos llorar por no encontrar el camino.

Sufrimos porque así lo elegimos, nos paralizamos atendiendo emociones negativas porque de ese modo alimentamos nuestro ego, pero amigos el ego sólo es el vestido, el cuerpo y tu yo está alojado en tu alma. Ese ser es el que llora en nuestro interior porque quiere librarse de todas las cadenas que le oprimen, ésas que cada uno de nosotros mismos nos hemos dedicado a apretar bien fuerte con cada vivencia negativa del ego. Ya no nos reconocemos, sólo somos un cuerpo atlético, con un vientre liso, unos pechos bien contorneados, un cabello tintado, una cara maquillada y por supuesto, con ropa cara y de marca. Hemos llenado tanto la superficie que nuestro yo se ahoga y aunque nos grita, no lo sentimos.

Una nueva trayectoria siguiendo los pasos de la anterior web, con una única finalidad: ayudarnos a despertar a esa gran verdad que quiere emerger del interior de cada uno. Hablaremos de pensamientos, sentimientos, felicidad, equilibrio, pero también de aceptación, transformación, espiritualidad y positividad.

Todo nos llevará a lo mismo: Amor, una palabra tan corta pero que expresa tanto, una palabra que tantas veces se pronuncia en vano o que tantas otras se muestra en desuso.

sábado, 8 de agosto de 2009

Hasta siempre Xevi



Quiero dedicar esta entrada a un buen amigo que ha perdido la vida estos días. Su destino estaba ya escrito en algún manuscrito y él mismo presentía que ése, casi seguro, iba a ser su final. Lo supo desde el día que sintió atracción por esa "amante misteriosa", aquella que te conduce irremediablemente hasta extraer de tu interior todo tu ser.

Esta misma semana supimos de esa trágica noticia, ésa que esperábamos desde el mismo día que te perdimos la pista, aquellos que te dimos un lugar en nuestros corazones, aquellos que confiamos y apostamos por un destino distinto para tí. Pero lamentablemente la misteriosa dama blanca ganó la batalla y se llevó tu alma atormentada.

Saboreaste unos meses la felicidad, el perdón, la confianza de los tuyos, la comprensión en los ojos de los que te querían, y, lo más importante, el poder del amor a tí mismo y así, lo expresaste en estas palabras legadas:

"...he crecido como persona, por eso me siento orgulloso...de cada lección vivida se puede sacar una lectura positiva...hoy me marcho para seguir trabajando, contento y con una sonrisa en los labios.."

Iluminaste nuestros corazones con la ilusión de un nuevo inicio y aunque el deseo no prosperó en tí, sé que durante ese espacio de tiempo sentiste que tu vida tenia un sentido.
Espero que allá donde estés te sientas finalmente feliz...

Xevi, siempre te recordaremos!

sábado, 20 de junio de 2009

Premio a la glamourosa



Gracias a mi querídisima amiga Any por este maravilloso premio que recibo con cariño y entusiasmo tras muchos días de descanso y pocas ganas de "currar".

Ahora tengo que contestar el cuestionario que espero satisfaga el cotilleo de todos los amigos bloggeros. Ahí vamos,

Mania: Elegir una de las tantas que tengo es difícil pero lo intentaré. Dicen que busco el orden, yo creo que no es exactamente así, lo que ocurre que me gusta ver las cosas en su sitio (es algo distinto). Pienso que el problema lo tenemos cuando la estructura de orden no coincide entre las personas que conviven. Yo dispongo un lugar para las cosas y si otro las pone en otro lugar eso me desconcierta.
Pecado Capital: La lujuria, sin duda, jeje!
Mejor olor del mundo: El olor que desprende la hierba, el césped al regarse.
Si el dinero no fuera problema: Conduciría un descapotable rojo y me hubiera ido a vivir a Australia, seguro. Por supuesto, no trabajaría pero me dedicaría a ayudar a los que lo necesitasen, tipo asociación Vicente Ferrer, creo que eso tiene que ser muy gratificante. Poder gastar sin tener que pensar si puedes o no permitírtelo debe ser todo un placer.
Recuerdos de la infancia: No tantos como me gustaría. Recuerdo como me gustaba jugar con recortables que yo misma dibujaba, las meriendas que me preparaba mi madre mientras veía "Mazinger Z", lo bien que me lo pasaba con mi amiga Elena, de más pequeñita, o África, ya un poquillo menos niña. Era muy traviesa. Recuerdo no poder parar de reír en plena clase cuando la monja que nos daba "Ética" contaba cualquier chorrada y ella acercándose y perdiendo los papeles me increpaba que parara de reir y cuando más lo pedía menos podía hacerlo.
Habilidades como ama de casa: Francamente pocas, pero a destacar la cocina. Se me dan bien los canelones, la paella, los macarrones con alas de pollo, el pollo a la cerveza, los espaguettis carbonara,... por enumerar algunos platos. Detesto la plancha así es que tiro mucho de la secadora que deja la ropa bastante "arregladilla" y así menos agobios.
Lo que menos te gusta hacer en casa: Los cristales, el polvo, básicamente. Cuando ya no queda otro remedio, lo hago, pero no me gusta.
No habilidades como ama de casa: Planchar, seguro, inclusive con super planchas me quedan arrugas, ¡ufff!
Una frase: Van a ser tres : "Nadie merece tus lágrimas y quien las merezca no te hará llorar" Gabriel Garcia Marquez. "La felicidad se encuentra dentro de uno mismo" la escuché decir hace tiempo y a mi me sirve. "La vida avanza inexorablemente..." creación de mi marido que algunas veces utilizo.
Paseo para el alma: Una noche estrellada o una noche a la luz de la luna.
Paseo para el cuerpo: Un rato de sol en top less en mi tumbona y en mi jardín.
Perfume que uso: No me suelen gustar muy fuertes, así es que me declino por aguas frescas como la Eau de Rochas, aunque cuando el presupuesto no llega, Azur ya me gusta.
Perfume para él: Paco Rabanne pour homme es sensual aunque la fragancia del propio cuerpo tras la ducha es única.



Bueno espero no haberos decepcionado demasiado con estas respuestas y Any a tí decirte que me ha encantado que me consideres glamorosa.
Felicidades a todas las glamorosas!!!!!

lunes, 1 de junio de 2009

El manejo de las emociones en los desórdenes alimentarios





Sus lágrimas se calmaban ante la copiosa bollería que había acumulado en la última salida y, en menos de diez minutos había podido con un ejército de calorías.

Clara se embotaba de comida para suplir la necesidad de contacto que corría por su grueso cuerpo. No dejaba que sus emociones salieran a la luz y las tapaba con esos atracones bulímicos. Luego, no vomitaba pero se sentía terriblemente culpable,...

* * *

Los llamamos trastornos alimentarios y los más conocidos son la Bulimia y la Anorexia.
Las personas que sufren dicho tipo de trastornos tienden a negar sus propios sentimientos y en el transcurso de la terapia se trata principalmente de aprender a sentir las propias emociones, a elaborarlas. Se trabaja con los pensamientos que invalidan, paralizan la expresividad de dichas emociones, pensamientos negativos e irracionales que causan dolor en la persona que los experimenta.

Algunas de las distorsiones cognitivas que podemos encontrar comúnmente en ambos trastornos son:

•Generalizan partiendo de un aspecto parcial.
•Necesidad de incorporar rituales o rigidez de normas en sus pensamientos.
•Magnificación de consecuencias negativas, es decir, piensan que si sólo comiendo algo insignificante han aumentado rápidamente de peso, nunca podrán comer normalmente como lo hacen el resto de las personas.
•Pensamiento dicotómico, es decir tipo “todo o nada”.
•Ideas autoreferenciales como por ejemplo: “Parece que todo el mundo se ha dado cuenta de lo asquerosa que soy con la comida”.
•Ideal de imagen corporal irreal.
•Responsabilizan al propio cuerpo de cualquier fallo, desengaño o insatisfacción que reciban del entorno.
•Interpretación del pensamiento (distorsión muy típica cuando existe inseguridad o desconfianza en el propio talento o recursos).
•Se usan con exagerada profusión los “nuncas” o los “siempres”.

Una base importante, como siempre, se halla en la propia autoestima. El o la bulímica se siente “asqueroso” porque no posee control sobre su propio cuerpo ni mente dejando que el primero se transforme a cada paso que avanza el desorden. Se sienten en profunda y constante irrealidad porque su propio yo amenaza continuamente con sus cambios físicos. Tanto la bulímica como la anoréxica identifican su autoestima con la del propio cuerpo y como poseen una alteración en la percepción y valoración corporal, éste se vive negativamente.

No pueden permitirse mantener relaciones interpersonales demasiado íntimas porque ello podría delatar su “repugnante” e incontrolable comportamiento. Se mantienen en continuo aislamiento para preservar su imagen externa pero dicha constante soledad les lleva al “atracón” para paliar el sentimiento evocado.
Huyen y huyen pero la obsesión por la comida les persigue porque se halla en sus pensamientos, en su interior.

La obsesión es la principal característica del pensar bulímico y del anoréxico. En la bulimia la persona que la padece puede llegar a obsesionarse con la idea de comerse todo un arsenal de alimentos ricos en calorías; lo planeará, meditará de forma rigurosa y obsesiva como si de un ritual se tratara. En la anorexia, la obsesión se centra en la cuenta mental de calorías de todos los alimentos.

Finalmente ambas se sentirán incómodas con su propio cuerpo, una porque su autoimagen está alterada y la otra porque se siente demasiado cambiante.
Una perfeccionista y exigente al máximo se obsesionará con el control y la otra, autodestructiva negará cualquier expresividad de su persona con alimentos lo cual la culpabilizará como si del mayor crimen se tratase.

Ambas se relacionan inadecuadamente con la comida, no encontrando una manera saludable de funcionar en su entorno. Anoréxica o bulímica aprenden con la manipulación de la comida o del propio cuerpo a enfrentarse con las situaciones que se les presentan. Una manera poco saludable que les conduce a un trastorno grave que puede causar la muerte en quien lo padece.

jueves, 21 de mayo de 2009

La felicidad: Mito o Realidad




Hoy me gustaría hablar de ese concepto llamado felicidad tan difícil de conseguir.En realidad la encuentra quien busca en su interior porque la vida demasiadas veces se nos muestra ingrata. El entorno a menudo se torna hostil y esa hostilidad daña nuestra capacidad de razonamiento. Nos dejamos llevar por las emociones, no siempre buenas amigas, que tiñen de odio nuestras relaciones.

¿Porqué el ser humano es tan adicto a la infelicidad con lo fácil que sería jugar a ser feliz?

Continuamente intentamos pensar en positivo, gozar de nuestra existencia pero algún pequeño imprevisto nos entorpece el entendimiento.
La vida sin las relaciones no tendría demasiado sentido; nos necesitamos los unos a los otros pero a la vez parece que queremos hacernos daño. Nuestra negatividad traspasa cualquier señal de esperanza y para cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde para tirar atrás y enmendar lo acontecido.
Vivir ya es difícil de por sí pero nosotros con nuestras limitaciones mentales potenciamos esa dificultad.
Soñamos con imposibles que jamás llegan a hacerse realidad porque siempre esperamos demasiado de la vida. Vivimos en un mundo de continua necesidad, dependiendo por completo del entorno para conseguir la tan anhelada felicidad, cuando si nos paráramos a pensar descubriríamos que no necesitamos nada más que nuestro propio equilibrio para ser felices.
Nadie puede dañarnos si nosotros no se lo permitimos, ninguna situación por difícil que sea tendría que enturbiar nuestro juicio positivo, porque cada uno de nosotros posee la capacidad de elección y el ser humano inteligente elige vivir felizmente.
Incluso el pobre viviendo en la misma miseria puede creerse el rey porque ha escogido la felicidad como manera de vivir. Todo depende de la forma en que vivas en tu interior tu propia existencia.

Recuerda que son tus pensamientos los que dirigen tus emociones y unos pensamientos positivos conducirán siempre hacia sentimientos gentiles.

El problema del ser humano es que padece de insatisfacción desde que nace y pretende compensar ese déficit con las relaciones que establece con su entorno y he ahí donde se equivoca.
Las relaciones nos proporcionan estabilidad al tiempo que conocimiento, autoestima al tiempo que convivencia, pero nuestro propio equilibrio tiene su base en nuestro interior, en nuestro propio yo.
La felicidad existe en cada uno de nosotros, en cada parte de nuestro ser, pero hay que atreverse a saborearla, a sentirla, sin miedo a ser tachados de egoístas.

La felicidad está en cada pensamiento, en cada palabra expresada, en cada átomo de nuestra existencia, sólo tenemos que abrir nuestro corazón para poder encontrarla.

jueves, 14 de mayo de 2009

La importancia de vivir



Un 30 de noviembre Juan ingresó en la sala de desintoxicación del Hospital del Mar de Barcelona. Eran las 10 de la mañana y puntualmente se hallaba en la puerta de acceso en espera de que procedieran a su registro, cosa habitual el primer día de ingreso. Media hora antes había consumido algo de heroína para despedirse. Ingresaba porque su relación con la droga era imposible de romper necesitando un entorno controlado donde llevar a cabo la desintoxicación.

María, la enfermera de guardia, le atendió sobre las 10.10 horas de la mañana. Pasaron a un despacho donde le hizo una serie de preguntas para rellenar el formulario de ingreso. Más tarde, pasaría visita con el médico y el psicólogo del hospital.

María fue quien le presentó al resto de los pacientes, aquellos que serían “su familia” en los próximos 15 días. Algunos llevaban unos días de ingreso, otros entraron ayer mismo y uno solo, Raúl, sería dado de alta al día siguiente por la mañana.

Esa era la rutina diaria de la sala de desintoxicación hospitalaria, ingresos y altas. Si se hubiera fotografiado a Raúl el día que ingresó y ahora se comparara con su aspecto actual uno pensaría que en esa sala se obraban milagros. El reflejo de un alma siniestramente absorbida había desaparecido.

Visité a Juan junto con el Dr. Pardo sobre las 12 de la mañana. La última toma ingerida todavía se hallaba presente obnulando su conciencia. Responder a las preguntas era sumamente difícil y dejamos esa primera entrevista sin completar.

Le comentamos que al día siguiente le harían una analítica completa para determinar algunos parámetros tan interesantes como el Virus de la Inmunodeficiencia adquirida. Por aquel entonces V.I.H. y heroína solían ir de la mano bastante a menudo.

Juan insistió en no querer saber el resultado pero le dijimos que tenía todo el derecho de saberlo y nosotros la obligación de comunicárselo.


Esa era la parte que más odiaba...

“Lo siento pero tienes los anticuerpos del Sida. No te preocupes, la ciencia avanza mucho y seguro que encuentran el tratamiento adecuado. No significa que vayas a morir, sólo ya tienes algo porque luchar, por lo que cuidarte, para alejarte definitivamente del mundo de la droga”.

Parecía un discurso aprendido que debía repetirse, una y otra vez. Lo peor de todo es que de alguna manera sentía que les engañaba porque la realidad es que desconocía su esperanza de vida, aunque así les profetizara. Lo único ciertamente válido es que esos resultados indicaban una gran verdad: estaban infectados, tocados por la muerte, ahora que trataban de rehacer su vida, ahora que por primera vez sí parecia importarles vivir.

La parte de la sala de desintoxicación era como un primer estadio en la trayectoria de una vida.
La última etapa yacía en la novena planta, en unas habitaciones con el indicativo “Entrar con mascarilla” en la puerta para proteger al paciente que las habitaba de contagio por gérmenes.
Esa planta albergaba únicamente pacientes terminales de SIDA. Día sí, día no, limpiaban a conciencia una habitación tras haber evacuado el cadáver del sufrido infectado.




En vida eran muertos pendientes de sacar su último aliento. Tras las puertas, rostros calavéricos, sollozando el silencio sin más deseo que terminar con esa vida sin vida.

Cuando subíamos a visitarlos la incógnita a resolver era conocer cuántos de aquellos enfermos visitados apenas dos días antes, seguían vivos. Algunos todavía no habían llegado a cumplir los 25 años y en esa corta estancia terrenal, siempre había estado presente su adicción, gozo que finalmente le llevaría a la tumba lentamente, lamento tras lamento, como si alguien disfrutara con sus eternos e incesables suspiros.

La vida es bella y saborearla albergando la esperanza de contruir un futuro feliz es el anhelo que equilibra al humano, pero cuando no hay la posibilidad cierta de un futuro, de un volar años hacia adelante con la imaginación ¿deseas vivir?

Todos sabemos que la vida acaba con la muerte pero no pensamos en ella, simplemente vivimos. Aquellos enfermos de SIDA piensan a diario en su limitada vida lo cual les hace imposible el disfrute del momento actual. Y pensar que la gran mayoría se infectaron por el uso de una jeringuilla compartida...


Los análisis de Juan dieron positivo en cuanto a presencia de anticuerpos del VIH. Su rostro al oír la noticia languideció y tras el silencio de la misma declaración, las palabras de Juan irrumpieron con profunda serenidad:

“Tardé años en cruzar la puerta de esta sala; nunca antes creía estar preparado para afrontar el reto de vivir una vida sin adicción. Ahora que lo he logrado, ella misma se ha cerrado. Ya no hay vuelta atrás y lo peor es vivir la agonía de la desesperanza. No más juegos, ahora la vida me ha dado la espalda.”

En aquel momento mis labios se entreabrieron dejando escapar unas palabras profundamente sentidas desde mi corazón:

“Juan, sé que en estos momentos de confusión, de desconcierto, vives tu futuro bajo una visión de túnel en la que sólo eres capaz de pensar en la adversidad. También sé que pensarás que para mí es muy fácil hablar, yo que sigo “limpia” difícilmente puedo ponerme en tu lugar, pero déjame decirte algo: Mi mejor amiga Sandra fue infectada hace un par de años al mantener relaciones sexuales con alguien que tenía el SIDA. Su primera reacción al conocer su “suerte” fue la misma que la tuya, odio y ofuscación. Cayó en una profunda depresión de la que salió con la única ayuda de sí misma y de un grupo de autoayuda al que acudió para superarlo...”

* * *

Todos tenemos el mismo destino final pero no pensamos continuamente en él porque si eso hiciéramos no disfrutaríamos del día a día.
Hay que aprender a amar la vida, cada nuevo día y sentir la riqueza de cada amanecer en los poros de nuestra piel. Si haces tuyo ese sentimiento no perderás el tiempo con memeces que sólo atan y paralizan.
La clave está en abrir tus sentidos al mundo y a las sensaciones que éste te ofrece.

Siente con amor la esencia de vida que enriquece tu interior.

miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Somos codependientes?



¿Quién verdaderamente puede mantener una relación de años enteros con un enfermo sino otro enfermo?

Un adicto a sustancias obtiene el sentido de la vida a través del uso, al mismo tiempo que depende del Codependiente para mantener su estilo de vida. El codependiente a su vez depende del adicto para darle un sentido a su vida, él o ella, és la ayudadora incondicional y permanente; el codependiente es adicto al estado de la persona.

La persona codependiente es aquella que ha permitido que su vida se vea afectada por la conducta de otra y está obsesionada tratando de controlar esa conducta. El codependiente depende del adicto para obtener su seguridad psicológica.

Estas són algunas personas que pueden caer en la codependencia:

•La hija de una codependiente (conductas aprendidas)
•La joven que se convierte en madre de su hermanito
•Una madre y su relación con su hijo minusválido
•Una niña que sufre maltrato doméstico y/o abuso sexual
•Una madre sobreprotectora
•Una mujer víctima de degradaciones en su matrimonio.
•La esposa de un neurótico
•La hija de un alcóholico
•La madre de un adicto a sustancias.

En todos estos casos, la persona pierde la capacidad de pensar en sí misma. No gobierna su vida; sus sentimientos y pensamientos se hallan sujetos a la conducta de la otra persona.

Un codependiente dialoga con la vida a través de la realidad de otra persona, al mismo tiempo que construye para sí una imagen que contiene como ingredientes principales su ayuda y abnegación, haciéndolo en forma tan enfermiza que el resultado es un sufrimiento heroico, algo así como un martirio.



Su gratificación autoafirmativa proviene de los aplausos y la pena de los demás, sus procesos internos viscerales más comunes son el llanto y la rabia.

Entre un adicto a sustancias y el codependiente, la comunicación se realiza mediante los mecanismos de defensa, todo el lenguaje verbal y corporal es una lucha de posturas egocéntricas y autoafirmativas.


En una película que trata sobre la codependencia, el codependiente en su manipulación, le dice a su esposa adicta, que ya lleva un tiempo rehabilitándose, que ha cambiado mucho, que ya nada es como antes, a lo cual ella contesta:

“Probablemente aquello que nos atrajo uno del otro es precisamente la razón por la que no podemos estar juntos.”

lunes, 11 de mayo de 2009

El despertar de Carlos




Conocí a Carlos cuando yo pasaba visitas a la sala de Psiquiatría de un conocido hospital catalán junto con el psiquiatra encargado de mi master. En dicha sala se encontraban internados 10 pacientes de diferente diagnóstico psiquiátrico. La mayoría eran personas mayores salvo Carlos, un paciente con TOC (Trastorno obsesivo compulsivo) llamado Víctor que finalmente trasladamos de centro por falta de recursos propios y Mónica, una adolescente que le gustaba “comerse” todo lo que pillaba por delante (bolígrafos, termómetros, etc…) así es que había pasado por quirófano varias veces en sus múltiples tentativas de suicidio o autodestrucción.

Carlos me gustó desde el primer día por su delicado aire infantil y a la vez inocente. Tenía mi misma edad y parecía haber perdido toda ilusión que caracteriza nuestra etapa juvenil. Sus fascinantes ojos azules siempre anclados en un horizonte que carecía de objetivo donde fijarlos. Su cuerpo se sentía siempre cansado y, a pesar de las exigencias de su médico de que evitara el meterse en cama, siempre se encontraba acostado porque sufría de una apatía extrema.
Supongo que la suerte o casualidad provocaron que mi mentor delegara el caso de Carlos en mi persona mientras él se mantenía ocupado en otros quehaceres. Pudiendo ejercer libremente la labor terapéutica en un despacho provisto para la ocasión, di rienda suelta a mi trabajo psicológico.
Mi objetivo era doble: conseguir que sonriera y que paseara por las diferentes disposiciones del hospital.
Parecerán simples objetivos pero para Carlos era todo un logro conseguirlo y yo sabía que si lo lograba, eso supondría un avance en su enfermedad de manera que junto con la medicación imprescindible de todo esquizofrénico, pudiera empezar a contactar con el entorno y “sentir”.
Su enfermedad sería más llevadera tanto para él como para su familia si lográbamos ambos propósitos aunque para mantenerlo tuviéramos que estar “encima” continuamente.
Tenía unos padres que lo querían y se preocupaban mucho por él, así es que si en su internamiento avanzábamos algo, podrían ellos ocuparse de él en casa intentando que llevara medianamente lo que podemos llamar “vida normal” para un esquizofrénico.
Tras dos o tres visitas sin ninguno de los resultados deseados le pedí que me mirara con sus bonitos ojos y supongo que al sentirse turbado, sonrió. Fue algo apenas perceptible pero lo suficiente para sentirme satisfecha en mi propósito.
Luis, el doctor, apenas podía creerlo cuando transcurridas unas semanas volvió a visitarlo junto a mí. Habíamos conseguido relativamente poco para otros pero para nosotros eran verdaderos logros. El primero, su sonrisa que volvía a estar presente ante chistes, comentarios sarcásticos o simplemente muestra de afecto. El segundo, mantenerse de pie, sin acostarse o tumbarse, durante todo el día salvo la noche y la siesta de la tarde. Y finalmente, sus salidas hasta la entrada del hospital o hasta la planta 5ª.
Recuerdo que la primera vez salió conmigo y estuvo todo el paseo quejándose de todo tipo de dolores musculares, intentando volver varias veces. Los primeros días si lo encontraba acostado se justificaba porque había salido al pasillo durante cinco minutos y eso lo había agotado. A las enfermeras les tenía dicho que no admitieran su cansancio y si hacía falta lo levantaran a la fuerza. Una mañana fui yo quién le increpó una jarra de agua para sacarlo de la cama. Realmente no fue fácil pero conseguimos avances y conforme los fuimos alcanzando él se sentía mejor y a la vez más consciente de la aterradora realidad que giraba en torno a su enfermedad. Un mal que le haría de sombra toda su vida.
En su historia clínica ése fue su segundo brote importante tras la separación de su mujer por deseo de ella. Como respuesta él se derrumbó y tuvo que ser hospitalizado. Era uno de los antiguos, se había acostumbrado a la rutina del hospital. Yo lo liberé de alguna manera de esa “rutina” pero devolviéndole a la realidad se aferraba con fuerza a recuperar a su mujer que ya no lo amaba pero eso él no lo entendía. Si él estaba bien, no enfermo, ella seguiría con él.
La realidad era otra, me aclaró su madre, ella se había vuelto a casar e inclusive no quería que Carlos pudiera visitar los fines de semana alternos a su propio hijo, porque sí, Carlos tenía un hijo de 5 años que apenas conocía o había sabido tratar.
Cuando le pregunté sobre sus expectativas a Carlos se puso a llorar con la inocencia de un bebé. Me dijo que sólo quería tener a su lado a su mujer y a su hijo y merecer su cariño no su comprensión.
Me hablo del niño y me contó que se avergonzaba de sí mismo ante él, de su esquizofrenia con la que tendría que vivir para el resto de sus días.

La conciencia de la enfermedad invalidante le habían enterrado en un caparazón con todos sus recuerdos bien hundidos. No deseaba salir al mundo, a un mundo al que no podía servir con su esquizofrenia siempre tras sus talones. Porque uno nace, vive y muere, por así decirlo, siendo esquizofrénico o al menos, diferente... a los seres humanos ¿normales?

jueves, 7 de mayo de 2009

Conoce a tu depredador (2ª parte)



Mecanismos de defensa de las víctimas de violencia psicológica

•Mantiene una relación con su agresor, al que agradece intensamente sus pequeñas amabilidades.
•Niega que haya violencia contra ella y, si la admite, la justifica.
•Niega sentir ira o malestar contra su agresor
•Siempre se muestra dispuesta a contentar a su agresor.
•Siente que el agresor la protege.
•Cree que las personas que desean ayudarla están equivocadas y que su agresor tiene la razón.
•Le resulta difícil abandonar al agresor aún después de tener el camino libre.
•Teme que el agresor regrese a por ella aún cuando esté muerto o en la cárcel.

¿Por qué no se denuncia?

•Falta de información.
•Indefensión aprendida.
•Baja autoestima.
•Intimidación.
•Autoengaño.
•Dependencia emocional, económica o social.
•Pensamientos irracionales.
•Consecuencias sociales.
•Vergüenza.
•Falta de apoyo y miedo al agresor.

Conductas consideradas como maltrato psicológico

•Criticar constantemente las habilidades como pareja, madre o empleada.
•Comportarse de manera sobre protectora
•Celos
•Amenaza con hacer daño a los hijos, familiares o a sí mismo
•Impedir a su pareja ver a sus familiares o a sus amigos
•Enojarse inesperadamente
•Destruir las pertenencias de su pareja
•Negar el acceso a recursos de la familia tales como el coche, las cuentas del banco, las tarjetas de crédito.
•Intimidación o manipulación.
•Pegar con la mano, puño, patear, empujar o morder.
•Impedir el ir donde una quiera, cuando y con quien una quiera.
•Forzar a tener relaciones sexuales.
•Humillar, menospreciar o avergonzar a la pareja frente a otras personas.

Características generales del maltratador

•Baja autoestima.
•Se apresuran en las relaciones de pareja.
•Excesivamente celosos.
•Exhiben conductas controladoras.
•Esperan servilismo de sus parejas.
•Son misóginos (creen en la supremacía de los hombres).
•Habilidades comunicacionales deficientes.
•Utilizan la bebida o la agresión para hacer frente al estrés.
•Culpan a otros por sus acciones.
•Son muy sensibles a la crítica.
•Presentan personalidades duales (en casa y fuera de casa).
•Exhiben crueldad hacia los animales.
•Conductas destructivas (rompen cosas).
•Adicción al alcohol u otras sustancias.
•Historia de violencia.
•Utilizan la fuerza para obtener relaciones sexuales inclusive después de un incidente violento.
•Aíslan.
•Minimizan el abuso.
•Excesivamente críticos de sus parejas.
•Demuestra conducta impredecible.
•Menosprecia verbalmente a su víctima.
•Siempre pide otra oportunidad, siempre dice que cambiará.
•Es tenaz.
•Juega con el sentimiento de culpa de su pareja.
•Puede parecer encantador a los demás.
•Tiene una mente cuadriculada.
•Su manera o ninguna.
•Está enfadado con las mujeres.
•Considera su conducta violenta como aceptable.
•Cree en roles de genero.
•Se adueña de la personalidad de su víctima (“antes muerta que divorciada, si no eres mía no eres de nadie”).

martes, 5 de mayo de 2009

Conoce a tu depredador



La violencia de los hombres contra las mujeres plantea un problema muy amplio y complejo además de una violación de los derechos humanos.

Hasta finales del siglo XX no se califica de delito la violencia del hombre en casa. En la 1ª Conferencia de Mujeres de las Naciones Unidas de 1975 aún se consideraba la violencia doméstica como un asunto de familia. En 1985, en la Conferencia Mundial de Nairobi ya se empezó a considerar la violencia doméstica como aquella que pone en peligro los derechos fundamentales, la libertad individual y la integridad física de las mujeres. Finalmente, en Beijing (1995) se reconoce la violencia contra las mujeres como un obstáculo para la igualdad, el desarrollo y la paz de los pueblos, impidiendo que las mujeres disfruten de sus derechos humanos y libertades fundamentales.

Definimos VIOLENCIA como un patrón de conducta que se usa para ejercer coerción y control sobre alguien, y puede incluir MALTRATO FÍSICO, SEXUAL, ECONÓMICO, EMOCIONAL Y PSICOLÓGICO.

Cualquier persona puede ser víctima de la violencia doméstica, pero la gran mayoría son mujeres ya que se trata de una expresión de dominio del hombre sobre la mujer.
Está fundada en un reparto desigual del poder entre hombres y mujeres, producto de la agresión social, su dependencia económica y la asignación de roles en base a una estructura patriarcal.

La VIOLENCIA PSICOLÓGICA es cualquier acto o conducta intencionada que cause un daño emocional. Consiste en enviar mensajes y gestos o manifestar actitudes de rechazo.
La intención es humillar, avergonzar, hacer sentir insegura y mal a una persona, deteriorando su imagen y su propio valor, con lo que se daña su estado de ánimo, se disminuye su capacidad para tomar decisiones y para vivir su vida con gusto.

Para que el MALTRATO PSICOLÓGICO se produzca tiene que mantenerse durante cierto periodo de tiempo. Tiempo en el que el verdugo asedie, maltrate o manipule a su víctima y llegue a producirle la lesión psicológica, dejando a la víctima incapacitada para defenderse.

El Maltrato psicológico puede darse de manera ACTIVA o PASIVA. Pasivo es la falta de atención a la víctima o abandono emocional. Activo es un trato degradante continuado que ataca a la dignidad de la persona.


Desde la posición de VICTIMA a veces es difícil detectar el padecimiento de violencia psicológica porque en esas situaciones a menudo desarrollamos mecanismos psicológicos que ocultan la realidad cuando resulta excesivamente desagradable.
Aprendemos a NEGAR y a INTELECTUALIZAR la violencia de la que somos víctimas, buscamos justificación para la actitud del agresor y a veces recurrimos a culparnos de lo que sucede. Buscamos en nuestras actitudes pasadas y presentes el motivo del maltrato. Recorremos una a una nuestras palabras, gestos, acciones buscando la causa de la violencia que creemos hemos provocado.

¿Cómo detectar abuso, maltrato o violencia psicológica?

•Si das vueltas a situaciones incomprensibles que te producen padecimiento o malestar, intentando averiguar el porqué.
•Si sufres en silencio una situación dolorosa y esperas que las cosas se solucionen por sí mismas.
•Si te sorprendes a ti misma haciendo algo que no quieres hacer.
•Si has llegado a la conclusión de que la situación dolorosa que sufres no tiene solución porque te la mereces.
•Y si te sientes mal frente a una persona, si te produce malestar, inseguridad, miedo, emociones intensas injustificadas, un apego o un afecto que no tiene justificación, una ternura que se contradice con la realidad de esa persona, si te sientes poca cosa, inútil, indefensa o tonta delante de esa persona.


Continuará...

domingo, 3 de mayo de 2009

El sentido de vivir




Se encontraban madre e hija en la habitación de la clínica donde apenas unas horas antes, la primera de ellas era operada. El padre, nervioso y asustado todavía, daba vueltas por el edificio, sin saber demasiado como ayudar, en una situación totalmente nueva para él. La vida, en pocos días, daría un giro a esa familia. Siempre preocupados por otros. Padres ancianos, hijas infelices y poco ávidas de recursos. Ahora deberían empezar a ocuparse de ellos, o más concretamente, de ella. La madre, mujer de unos 70 y pocos años, diagnosticada escasos días antes de un cáncer de mama, tan frecuente en nuestros tiempos pero tan poco asumido en una familia que jamás había sufrido ningún caso.

Vecinas de su edificio, aquellas con las que compartiría la ilusión de un nuevo comienzo, fueron tratadas por ese mismo motivo, años antes, pero esa mujer nunca llegó a pensar que a ella podía ocurrirle semejante infortunio.

La hija mayor, al saber la trágica noticia, se preocupaba por la posibilidad de que le quedara pelo a su madre tras la quimioterapia, asegurada en estos casos. La consolaba diciéndole que en algunos casos el pelo no cae. La hija pequeña, siempre más evolucionada, no por razón de estudios, lamentaba pertenecer a esa familia que parecía no entender el valor de la vida. Tras su separación se desplazó a una ciudad distinta y mantuvo casi exclusivamente un contacto telefónico para evadirse del control que pretendían tener con los miembros del clan familiar.
Se cansaría de pelear, de ser etiquetada como rebelde, como tonta por pensar más con el corazón que con la cabeza y quería vivir como sus sentidos así le dictaran.

El padre, un hombre de 75 años, dependiente por completo de su esposa, fiel a ella en toda la extensión de la palabra. Se descomponía por dentro pensando en un futuro incierto. Pero sólo era un diagnóstico.

Aquella mujer se operó a tiempo. Salió con buen pronóstico de la clínica pero alguna cosa cambió en su interior.

El destino le ofrecía un respiro además de darle un pequeño aviso, para que se tomara las cosas con más acierto. Tenía que aprender más a escuchar aquellas señales que se le mostraban en su camino. Reconocería tras ese suceso, que en la vida nada ocurre por casualidad, todo tiene una razón de ser. No volvería a repetir esa frase tan común en ella: “Voy pasando...”. Porque por la vida no se pasa, se vive, se siente, se aprende y sobretodo, se disfruta de este paseo terrenal.

domingo, 26 de abril de 2009

Una conversación íntima




Aquellas cuatro mujeres sentadas alrededor de una mesa exquisitamente preparada para la ocasión conversaban animadamente en esa noche exclusiva de ellas. Era día de fútbol y los maridos, amantes, incluso sus ex les concederían ese privilegio.
Todas ellas se encontraban en edad madura y poseían una mochila muy bien cargada por las experiencias de los años. Ese rincón también incluía un espacio para los secretos, las mentiras y los desengaños. Aquella noche tan especial favorecería que la mochila cobrara vida y entre copa y copa se escapara de su interior intimidades jamás contadas.

Amelia, la mayor, pero no por ello menos ingenua, parecía haber aprendido mucho de la vida. Separada desde hacía más de 20 años aparentaba superioridad y consejos a tener muy en cuenta de los hombres.

¿Por qué cuando se reúnen mujeres acaban pasando la velada hablando de ellos? Lo peor es que se definen libres y benefactoras de esa libertad, cuando ni siquiera el día que se reúnen, son capaces de dejar de hablar del género masculino.

Clara, se mostraba, al principio, escurridiza en cuanto al contenido de su mochila, fielmente atada a la espalda, pero el poder de seducción que esa bebida espumeante produjo en todas ellas no fue menos en su caso, poniendo encima de la mesa las miserias que tanto la paralizaban.

Ester seguía atrapada en una continua emoción negativa, porque todavía tras siete años no había perdonado la infidelidad de su exmarido. Al menos ella reconocía su fijación y sabía que ésa no le permitía avanzar. El resto no escuchaban su propio interior que les recordaba que carecían de libertad.

Olga observaba a cada una mientras pensaba lo feliz que era por tener que hacer lavadoras con la ropa de su marido, escucharlo malhumorado cuando había tenido un mal día o sentir sus brazos rodearla como acto reflejo mientras dormía plácidamente en su mismo lecho.

¿Soy la única que me doy cuenta de ello? –pensaba mientras una agradable sensación invadía su cuerpo.

El restaurante, acogedor, albergaba historias de parejas censuradas, tras un oculto callejón. Su luz, tenuemente iluminada, ofrecía un espacio íntimo donde poder llevar a cabo sus fantasías más sensuales. Manos atrapadas en tomas instantáneas, besos robados en sus esquinas y con toda seguridad, más de una lágrima rozaría esas mejillas ávidas de amor.

Cuántos pensamientos se sumarían a la detención de esos instantes como mágicos cuando si fuéramos honrados con nuestros sentimientos seríamos alquimistas en nuestra vida haciendo que esas elecciones que un día llevamos a cabo se mantuvieran como las deseadas. Esas parejas ocultas no tenían porque serlo porque ellos elegían encontrar la felicidad con quien tuvieran a su lado o ser desdichados lamentándose de no poder estar juntos. ¡Qué ironía! Ellos eran quienes paralizaban sus propias vidas y se las daban de seres libres.

Olga volvió a la realidad de la conversación cuando Clara definió lo que esperaba de una relación, negando la convivencia, argumentando que eso la conduciría con toda seguridad al fracaso.
Esas palabras penetraron de tal forma en su mente produciendo una reacción que daría paso al juicio.

Cuando una pareja se siente bien estando juntos, dictaminó, no tienen suficiente con los paseos, las cenas o los besos. Las noches gustan de compartir y el dormir acompañados es un placer aceptado.

Las demás la miraban atónitas pero eso no frenó a Olga que continuó en su discurso, más clara y concisa que jamás estuvo.

La convivencia encierra nuevos retos para la pareja, necesarios porque esa es la realidad. Somos seres humanos, con virtudes y con defectos, no tenemos que pretender cambiar al otro ni amoldarnos a él, sólo tenemos que amarnos y mostrarnos al otro con transparencia, sin maquillajes, sin encuentros siempre románticos, sin rostros sensibles e inocentes que esconden a la persona atormentada que a menudo somos.

La convivencia no supone limitar el espacio personal o ceder mi libertad, muy al contrario, aquellos que dan lecciones tachando la convivencia de negativa desearían con todas sus fuerzas lavar los calzoncillos de quienes ahora solo les conceden encuentros fortuitos y, con ello, poseen el control de esas vidas ajenas.

Ahora justifican sus acciones, sus limitaciones, su escaso control de su propia vida con esa efímera satisfacción que les proporciona el sentirse libres y eso es una tremenda utopia sobre la que han construido sus valores.

En esa lista han olvidado algo tan obvio como a ellas mismas, sus verdaderas necesidades, sus verdaderos sentimientos, a favor del bienestar ajeno, de aquel que engaña, que vive una vida de mentiras, atrapando egoístamente a una y a otra ofendida.

Las miradas de sus compañeras de cena continuaban expectantes y Olga terminó con estas palabras:
No critico vuestras vidas ni trato de imponeros la mía como única salida. Sólo espero que os recordéis personas cuando justificáis el engaño, cuando sois cómplices del mismo.

¿Qué valor os concede una persona que actúa de esa forma?

Tenéis el poder de decisión en vuestras manos, podéis elegir ese amor oculto, si queréis pero no os lamentéis cuando no os pueda dedicar su tiempo.
No os creáis libres cuando estáis atrapadas en sus redes ni concedáis consejos sin saber qué haríais en determinada situación.

El ser humano tiene tendencia a generalizar y experiencias vividas negativas producen rechazo y crean barreras. Esto es totalmente lógico pero tratemos de no perder la perspectiva emitiendo juicios sin valor que podrían perjudicar al débil o a aquel que no tiene criterio. En esta red humana, todos somos modelos a imitar.

El buen psicólogo no aconseja el camino a seguir sólo muestra las opciones posibles para que veas todos los senderos. La elección siempre es tuya, asumiendo por supuesto las equivocaciones que pudieran surgir, pero jamás hay que vivirlas como tales, porque TODO SUCEDE POR ALGUNA RAZÓN y eso es lo que tenemos que aprender de las vivencias recibidas.


Aquella cena de amigas terminó con reflexiones en el interior de cada una. A algunas les serviría más que a otras.

Olga reforzó su decisión de convivencia definiéndola como aquella que concede espacio personal si así se desea, porque la “CAPACIDAD DE DECISIÓN ES LO QUE OTORGA LIBERTAD”.

jueves, 23 de abril de 2009

Un día en la vida de María



Los rayos de sol alumbraban la estancia a través de la pequeña y descolorida ventana. María estaba sentada en la cocina con una taza de café y un cigarrillo; reflexionaba en qué se había convertido su vida. Marcos y Ana, sus hijos, estaban de colonias y esa misma tarde regresaban. Lucas, su marido, todavía no había vuelto del turno de noche en la fábrica de metales. Por suerte, hoy los chicos no asistirían a otra de las habituales peleas y no llorarían en silencio por el sufrimiento de mamá.

Día tras día Lucas llegaba a casa malhumorado, cansado y la tomaba con María. Ella trataba de no hacerlo enfadar y no proferir queja alguna, que pudiera hacer estallar la bronca entre ellos, pero, hiciera lo que hiciera, Lucas buscaba siempre la manera de justificar su agresividad y en consecuencia sus golpes. Cualquier minucia como una mota de polvo apreciada o una zapatilla fuera de su sitio era motivo suficiente para atestarle el primer golpe, y, tras éste venía la paliza, paliza a la que María ya se había acostumbrado.

Ese comportamiento de Lucas se daba prácticamente desde el principio de su unión aunque ella siempre creía que ocurría porque él era extremadamente celoso. De hecho, en los primeros años de matrimonio ya se producían episodios de violencia doméstica. Si, por ejemplo, cuando Lucas llegaba a casa encontraba a María en la escalera conversando con algún vecino varón, lo primero que hacía al entrar en casa (no antes porque sabía guardar discreción) era abofetearla por desvergonzada. A ella eso no le ofendía, al contrario, creía que así debía comportarse un hombre que amara a una mujer. Pero el paso de los años y el estancamiento laboral habían acusado esos encuentros haciéndolos cada vez más intensos y violentos.

Lo que en un principio podían considerarse bofetadas que pocos moratones dejaban, en la actualidad María sufría peleas casi a diario de las que salía fuertemente magullada.

Ella justificaba la actitud de Lucas diciendo que así era su hombre, con carácter, y porque tras la pelea, tarde o temprano, recibía alguna muestra de cariño, por pequeña que fuera.

La verdad es que nunca había sido excesivamente cariñoso, inclusive su aspecto duro y distante no parecían demasiado apropiados para ofrecer muestras de amor, pero María conservaba aún algún que otro buen recuerdo de los 3 primeros años de unión. Lo conoció en un baile al que asistió con una amiga un domingo del mes de abril. Lucas se le acercó para pedirle que bailara con ella y desde ese momento ya no dejaron de verse. Llevaba un traje gris algo gastado por el paso del tiempo pero que le resaltaba sus rasgados ojos negros. Su pelo, peinado hacia atrás, acumulaba bastante gomina para disimular sus afianzados rizos de color castaño.

Le pareció apuesto desde el mismo instante en que le vio a pesar de los consejos de su amiga indicándole la fama de mujeriego que tenía. Consuelo ya había sido víctima de esos penetrantes ojos negros y sentía recelo de que María obtuviera la misma fortuna.

Bailaron hasta bien entrada la noche y al acompañarla a la pensión donde vivía, la besó ardientemente en los labios. María se sintió frágil a la vez que poseída por la fortaleza de ese hombre que le había arrancado su primer beso.

Fuertemente atraída por él volvió a citarse la siguiente tarde a la salida de la fábrica de telares en la que trabajaba. Lucas plantado en la puerta la esperaba vestido con una cazadora de cuero negra y unos pantalones blancos de pinzas. Realmente parecía un completo gigoló pero a pesar de ello y de los comentarios o referencias que tenía, María quedó perdidamente enamorada de él. En este segundo encuentro Lucas la rozó con un beso en la mejilla y la cogió fuertemente de la mano para así juntos caminar hasta un local donde todo el mundo parecía conocerlo. Tomaron un refresco y charlaron.

María recordaba vagamente ese día puesto que ocurrieron cosas algo contradictorias. Aunque ahora que lo pensaba:

“En ese mismo local hubo un incidente con el chico que nos trajo las bebidas. Al acercarse a mí me susurró al oído que tuviera cuidado con mi acompañante, que ya era la tercera o cuarta mujer a la que invitaba y, todas, tras esa cita, huían de su lado como si miedo le tuvieran.

La verdad es que lo comentó de forma simpática y para nada grosera, pero Lucas no se lo tomó así, se levantó y lo cercó hacia una esquina donde lo amenazó discretamente para no dar la nota en el lugar, pero con una intensa ira en su mirada. Tras ello se acercó nuevamente a mí y me tomó la mano para así irnos del local al que acusó de poco elegante para una “damisela como tú”; sí, esas fueron exactamente las palabras.
Tras ese incidente no volvimos a pisar el lugar, bueno al menos juntos, porque al cabo de poco menos de una semana acudí con una amiga porque sentía interés en conocer la verdad de esas palabras pronunciadas por el camarero. No estaba allí, pregunté por él y me dijeron que estaba enfermo. Nunca más lo volví a ver.”

Ahora pienso que quizás esa misma noche, una vez me hubo dejado en la pensión donde me hospedaba, regresó y terminó aquello que mi presencia importunó.

Lo cierto es que los hechos siguientes fueron tan maravillosos que en poco menos de un año nos casamos.

Realmente Lucas se había vuelto más agrio y grosero desde el nacimiento de Ana, la hija pequeña, y el cierre de la fábrica en la que estaba. El dinero siempre faltaba en casa y, probablemente pensaría que justo se había quedado sin empleo en el peor de los momentos, con una boca más por alimentar.

Esa época, recordaba María, fue la más dura de su relación. Lucas se tiró mucho a la bebida y regresaba a menudo borracho despertando a la pequeña con sus gritos y palizas. Marcos, el mayor, se tapaba los oídos con sus manitas y se sentaba en el suelo en un rincón de su habitación. Lucas jamás le puso la mano encima, ni a él ni a Ana, sólo tenía coraje para golpearme a mí.

Por suerte esa fatídica época no duró demasiado y el paso del tiempo la ha suavizado en el recuerdo.

Lucas pronto encontró un nuevo trabajo y aunque el salario no era suficiente y tenía que echar horas en un pequeño taller para complementar el sueldo, lo cual le predisponía al malhumor, el abuso de alcohol se había moderado y ello facilitaba la convivencia.

La verdad es que la relación entre la pareja estaba cada vez más deteriorada. Los ánimos estaban siempre caldeados y María tenía bastante facilidad para embarazarse lo que provocaba mayor tensión en la relación.

Los tres abortos provocados le taponaron su fertilidad relajando los problemas de nuevos embarazos por un tiempo. Lucas era un hombre potente y con muchas necesidades y María tenía que estar siempre a punto para satisfacerle. El placer de ella nunca contó ni tampoco le importó al hombre cómo se lo hacía María para evitar un embarazo. Mientras los niños fueron pequeños ella tuvo que cuidar de ellos y de la casa y fue Lucas quien trabajaba para mantenerlos.

El estrés por la cantidad de horas trabajadas y la rutina a la que se vio inmerso agravarían su agresividad.

Mientras se encontraba inmersa en sus reflexiones, la puerta se abrió y un ojeroso y sucio Lucas apareció. María se levantó sobresaltada de la silla en la que se hallaba porque sabía que se avecinaba la tormenta.

–¿Qué has visto a un fantasma o es que me escondes alguna cosa? –Murmuró Lucas receloso por la actitud de su mujer.
–¡Hola cariño! ¿Qué tal ha ido el trabajo? –Dijo María con voz temblorosa tratando de ignorar el interrogante inicial de Lucas.
–Hoy has llegado un poco más temprano ¿no?
– ¿Acaso ya no me escuchas, quizás tu mente limitada no sabe responder a una simple pregunta? –Inquirió Lucas mientras se acercaba a ella con mirada desafiante.
–Perdona no quería disgustarte. –Apremió María tratando de evitar lo inevitable.

Lucas se abalanzó hacia María y ante la inútil huida de ésta la agarró por sus lacios cabellos negros para abofetearla en la mejilla derecha. Del impulso de la bofetada María salió despedida hasta un sofá cayendo abatida en él con el albornoz abierto dejando entrever sus muslos, cosa que excitó a Lucas.

–¿Con quién has pasado la noche ramera? Ahora sabrás lo que es un hombre de verdad –Musitó Lucas al tiempo que se bajaba los grasientos pantalones de trabajo que directamente le estaban rozando la piel. Su masculinidad se hallaba erecta ante la excitación del momento.
–Déjame Lucas, ahora no me apetece y además no me gusta que me digas esas cosas. –Suplicó temerosa María.

Lucas le propinó una nueva paliza que la dejó semiinconsciente sin apenas tiempo para enterarse de la eyaculación de su marido en su interior.


Así eran los momentos de intimidad en casa de los Gómez, intensos y duros, procurando el placer de uno de tantos eyaculadores precoces y obviando la hostilidad que rodeaba al acto.

María se había acostumbrado a esas vivencias por el bien de la familia. Lloraba en silencio mientras se encontraba sola, aguantaba porque creía que todas las parejas tenían períodos difíciles, y, sobretodo pensaba que su inferior condición social de mujer no le otorgaba otros derechos que los de tener y cuidar una familia. Lucas era el cabeza de familia y ella tenía que tratar de equilibrar la armonía en el hogar.

¿Armonía? Se reía en sus adentros mientras susurraba esas palabras.

martes, 21 de abril de 2009

Divagando en el día de hoy




Supongo que hay días en los que una deja de sentirse la princesa del cuento...

Hoy me siento extraña, nada especial aconteció pero me invade el alma una intensa emoción que no puedo describir pero que reconozco como mía. Quizás siento el vacío que habita en mi esencia.

Es como si algunos acontecimientos a mi alrededor me estuvieran dañando más de lo necesario.

Ayer recibí una noticia que aunque no me afecta directamente me hace sentir responsable y frustrada. Tiene que ver con mi trabajo, el que desarrollaba hasta hace poco y con las recaídas, tan desgraciadamente frecuentes en el proceso adictivo.

"Éste también no", pensé, "porque les es tan difícil salirse?" pregunté en silencio y entonces me acordé de Xevi, aquel chaval que tratamos de ayudar... ¿recuerdas? proporcionándole lo imprescindible para que se sintiera satisfecho de si mismo y... lamentablemente no lo consiguió.

Imaginé todas las circunstancias que le deparó la vida, una que ya desde su frágil juventud se había mostrado rabiosa con él.

Tras mucha andadura por los bajos fondos, logró todo aquello que parecía desear: libertad, autoestima y poder de elección, pero sin motivo aparente, se acobardó y no creyéndose merecedor de esa recompensa tiró por la borda aquellos anhelados sueños.

¡Cuantos escondites alojan a esa amante misteriosa que en acto de traición muestra la vulnerabilidad de su víctima!

Pero eso fue ayer y hoy amaneció el día distinto...

Lo anoté en letras mayúsculas para no olvidarme. Hoy tenía que desplazarme a un pueblo cercano para realizar unas pruebas prácticas requeridas en el concurso-oposición al que presenté instancia una vez terminada mi relación laboral con esa entidad sin ánimo de lucro con la que tuvimos un desencuentro. La selección en cuanto a los méritos alegados se superó y ahora nuevamente tenía que evaluarse su aptitud.

El resultado, a mi entender, más que satisfactorio, bien es cierto que dependerá de quien lo corrija.

No existen respuestas únicas, nos planteaban un caso y había que usar la cabecita y el ingenio para desarrollar la manera de abordarlo psicológicamente de la forma menos perjudicial posible. Su evaluación, repito, está en manos del juicio subjetivo de quien vaya a valorarlo, así es que un sinfín de posibilidades pueden acontecer. De todos modos decido no preocuparme, no anticiparme a los hechos antes de que sucedan. La respuesta la primera semana de mayo, hasta entonces...período superado.

El día soleado, la mañana curiosamente atractiva y relajada y para terminar con buen sabor de boca, mi acostumbrada sesión de sol en un entorno único, el jardín de aquella casa que un día ocupé y todavía conservo.

El brusco movimiento de un ave me ha sacado de mi ensoñación, ésta que siempre encuentro cuando comparto el tiempo con ese paraíso que habita mi jardín. Los pececillos del lago están en suspensión placentera, una ligera brisa mueve tenuemente las hojas de las plantas que rodean el estanque y ninguna voz humana rompe el hechizo que nos tiene a todos encantados.

Sólo la urraca levanta bruscamente el vuelo rozando casi mis cabellos para aposentarse en la verja desde donde, me diréis que estoy loca, me mira antes de perderse en el horizonte.

Es curioso como una vez salida de ese estado semi inconsciente tengo la sensación de ser observada sin serlo.

De nuevo, la princesa volvía a pertenecer a ese cuento...

domingo, 19 de abril de 2009

La necesidad de ser aprobados




Hay personas que tienden a medir sus logros a partir de lo que los demás consideren que han hecho. Es decir, su pensamiento sería del tipo “me considero un buen goleador porque las personas que suelen verme jugando al fútbol consideran que marco muchos goles” o bien “si los demás me ven estúpida quizás es porque lo soy”. Estas personas para llegar a quererse a sí mismas necesitan que el resto del colectivo humanidad les apruebe.

Así, la persona adicta a la aprobación medirá su autoestima en función de lo que los demás dicen o piensan de ella.

El problema estriba en que dichas personas sufren mucho porque no siempre agradamos a todos los que nos rodean y además, continuamente tienen que estar atentos al entorno y eso comporta una cantidad de estrés adicional a nuestra vida diaria.

La autoestima o el autoconcepto tiene que construirse a partir de criterios propios, en lugar de hacerlo a partir de los comentarios, opiniones, críticas y actitudes que otra gente mantiene hacia nosotros.

La persona que sufre esa dependencia hacia los demás para construir su propia autoimagen se comporta como si fuera un espejo sin imagen propia.

Se halla bajo las redes de un juego cuyas reglas son ilógicas. Fijaos, si lo que recibe es una alabanza entonces se siente bien e incluso piensa: “Sí, es verdad, realmente soy así”. En cambio si lo que recibe es una crítica entonces también la asume en vez de reaccionar y pensar que sólo tú te conoces bien a ti misma y que no debes dejarte influenciar por los comentarios de los demás. Esa persona ante la crítica piensa y siente en negativo porque no es capaz de sacar las propias armas internas de su autoconfianza para contrarrestar la negatividad producida por la crítica.

Su dependencia a la aprobación externa hace que sea muy vulnerable tanto al elogio como a la crítica.

No hay nada válido en sus actos a no ser que los otros así lo consideren.
Esta forma de vida tiene graves consecuencias psicológicas sobre el individuo ya que le hace estar en constante tensión teniendo fácil acceso a los estados depresivos.

Su emoción más básica es la preocupación, lo cual genera una fuerte ansiedad en sus vidas. Se preocupa por los demás, para caerles bien, para hacer aquello que pueda agradarles,... Pero es imposible agradar a todo el mundo, tarde o temprano tropezarás con aquella persona que no te soporta, con un desprecio y el problema es que en lugar de defenderte del mismo, tenderás a creértelo y eso provocará un sentimiento de tristeza por no ser como los otros esperan que seas.
Al mismo tiempo, el ser adictos a la aprobación de los demás nos provoca cierta tendencia a frustrarnos con rapidez.

¿Os habéis preguntado alguna vez cómo lo hacen aquellos que no son adictos a los demás para quedarse impunes cuando alguien los rechaza o critica?

Pues es fácil no dejan que ninguna opinión ajena les anule como personas. Si reciben un elogio evidentemente éste incidirá en el concepto que tengan de ellos mismos potenciándolo pero si es una crítica lo que reciben la aceptan o la ignoran pero sobre todo y eso es lo importante, no permiten que les afecte.

Si entiendes que tu opinión tienes que colocarla al menos un peldaño más alto que la de los demás con respecto a cosas que te afecten y que la base para construir tu autoestima la sacas a partir de ti mismo, podrás alejar el sufrimiento de tu ser.

Pensar que los demás tienen derecho a juzgarte es un equívoco. Nadie tiene derecho a hacerlo. Eres tu mismo el que te juzgas cuando aceptas los comentarios de la gente en tu persona.

La persona que necesita la aprobación de los demás cree erróneamente que si se equivoca, si una sola acción suya merece ser desaprobada entonces todo su ser, su valor como persona va a quedar manchado por esa falta.
Esta creencia es irracional. Si te critican una conducta sólo critican eso, sin poner en entredicho tu valor como ser humano que eres.


Es el pensamiento, no los acontecimientos, el causante de sus estados de ánimo.

Detrás de sentimientos negativos como la ansiedad, la depresión, la culpabilidad, la vergüenza o la ira siempre se esconde un pensamiento negativo. El pensamiento distorsionado y no el hecho objetivo es el causante de los estados anímicos dolorosos, de ahí que para acabar con las emociones negativas sea preciso corregir el pensamiento.

Cuando el pensamiento es racional, las emociones resultantes también lo son y, aunque a veces pueden resultar dolorosas, siguen siendo racionales, coherentes, no autodestructivas. En cambio, cuando aceptamos nuestros sentimientos como una condena, cuando les otorgamos un poder omnipotente sobre lo que somos y lo que hacemos, acabamos atrapados en un estilo cognitivo inoperante que instala el sentimiento de fracaso en nuestra vida cotidiana.

Nuestros pensamientos negativos se convierten en un hábito y nuestra familiaridad con ellos nos impide ver los errores implícitos , haciéndonos creer que son básicamente correctos. Confundimos la costumbre con la eficacia. En realidad, ni siquiera nos planteamos la posibilidad de que no lo sean y, de esta manera caemos en las redes de un círculo vicioso asfixiante.

Una y otra vez, como si la experiencia perdiera su papel corrector, repetimos patrones de conducta que nos llevan indefectiblemente al fracaso o la insatisfacción, experimentamos de manera recurrente las mismas emociones autofrustrantes, y todo porque hemos automatizado un determinado número de pensamientos negativos que provocan una reacción emocional-conductual igualmente negativa.

martes, 14 de abril de 2009

Conociéndose




Había descubierto esa foto antigua aquella misma tarde, no haría siquiera dos horas, cuando sus amigas, María y Silvia, compartieron té y charla con ella. Recordaban entonces momentos vividos y en el pasado rememorado apareció esa foto suya que tanto decía de Julia.

Entonces no tendría más de 35 años y todo un mundo se postraba a sus pies. Esbelta, atractiva, segura de sí misma, no como ahora que a menudo sentía estar acercándose a un precipicio y dudar si arrojarse en él.

¿Qué había sucedido en su vida que la hiciera sentir así? Vacío, esa era la única palabra que se le ocurría. Su vida tras la separación se había vuelto un espacio de idas y venidas sin sentido. Pero ¿por qué no tuvo el valor suficiente para decírselo a Ernesto? Si Julia le hubiera dicho “no te marches amor”, él no se hubiera ido jamás de su lado, pero no fue capaz de hacerlo. Ahora al meditarlo en la distancia, reconocía que fue orgullo lo que le llevó a no pronunciar esas simples palabras, que tanto hubieran cambiado su vida. La que decidió elegir equivocada y precipitadamente, un día cualquiera de un mes otoñal.

Tras esa decisión habían pasado tan sólo unos escasos meses, que a Julia le habían parecido siglos, sobretodo porque no había sabido nada de Ernesto durante todo ese tiempo. Todavía recordaba con viveza ese último encuentro, cuando le pidió tan solo una respuesta, una firme y segura, que entonces Julia no fue capaz de dar. Tras ese silencio, sus pasos se alejaron de ella, perdiéndose en la lejanía de esa noche de claro de luna.

En aquel preciso instante, Julia supo que se había equivocado y quiso gritar con fuerza su nombre para pararlo, pero de sus labios no pudieron salir palabras, sólo brotaron sin cesar lágrimas por aquellos ojos verdes que antaño Ernesto había adorado. Tras ese día, nada fue lo mismo, una parte de ella se fue con él y ese agujero anodino no pudo llenarse jamás. Decían que el tiempo lo cura todo pero para ella la cicatriz no se cerraba.

Aquel encuentro con María y Silvia avivaría sus deseos nuevamente de sentir, de vivir, de reír, al tiempo que le recordaron la falta que le hacía Ernesto.
Esa imagen de la fotografía traducía cómo se sentía y el rostro reflejado en el espejo del recibidor, tras despedir a sus amigas, rememoraba su ausencia, la del hombre que amaba.

Entonces un impulso, nunca antes sentido con esa fuerza, le hizo rebuscar en su bolso la tarjeta con el número todavía no borrado. Por un momento tuvo la imperiosa necesidad de marcarlo, pero la magia del instante se rompió al sonar su móvil. Abrió la tapa, acercándolo tímidamente al oído. Una voz que conocía muy bien le dijo:

“¿Eres tú Julia?”

Nunca antes aquella pregunta le había parecido tan oportuna ni la voz que la pronunciaba tan gratificante, así es que Julia sólo supo decir con aquella seguridad característica recobrada al contemplar la foto, que todavía permanecía en sus manos:

“Te quiero y deseo tenerte a mi lado, ahora sí puedo decírtelo”.

domingo, 12 de abril de 2009

Mi amiga Mercedes




Mercedes,

Eres una excelente persona con un gran corazón. En tu camino has encontrado almas cansadas que has sabido aliviar. Tienes un don niña y no tienes que cerrar los ojos ni negártelo. Mereces recibir cariño porque tú lo has entregado por doquier. No te has preocupado por tí misma y ahora que te sientes desgastada quieres tirar la toalla. Tienes fuerza mi niña y por muchas cosas malas que ocurran a tu alrededor, tienes que liberar tu interior y superarlo. Te queremos pero también te necesitamos porque eres como el motor que mueve nuestras vidas, aquellas que algún día perdieron el rumbo y con tu ayuda encontraron el camino.
Te he conocido tarde pero sé que tenemos mucho que contarnos y que compartir. No quiero perderte ahora. Quiero ayudarte porque te mereces ser feliz y empezar a pensar en tí.
Has promovido en todos nosotros la inquietud por escribir, por acercarnos, por compartir y sin tí, NADA VA A SER IGUAL.
Siente el cariño que te acerca a nuestras vidas y permítenos compartir contigo esas palabras que forman tus increibles escritos.

Firmo en nombre de todos los que pertenecemos a la comunidad bloggera, esa que tú has desarrollado con la fuerza de tu querer.

Pantera

sábado, 11 de abril de 2009

Quiero tirar al pozo...




Quiero tirar al pozo...

Todos aquellos momentos desaprovechados cegados por emociones paralizadoras que hacen desafortunados algunos instantes.

Mi indecisión, mi incomprensión, mi confusión.

Mis lamentos por recuerdos pasados que hubiera preferido no vivir pero que tengo que asumir como propios porque he de aprender de esos errores. Todo tiene una razón de ser y tras cualquier acto hay una lección a aprender. Mi reto ahora es descubrir la que se esconde en él.

Mis pobres recuerdos infantiles porque envidio poder haberme enriquecido con ellos si hubieran sido más ricos.

Las injusticias, las infelicidades, las desdichas, todo aquel infortunio que acontece tan cercano a mi y que sufren aquellos a los que quiero.

Los malditos celos, la envidia insana, la búsqueda de un poder no merecido.

Y finalmente quiero tirar también al pozo todo aquello que me hace ser menos persona, que muestra mis flaquezas, mis debilidades, porque quiero crecer interiormente y esas mediocridades no me lo permiten.

viernes, 10 de abril de 2009

Abre los ojos a tu intuición




La intuición...Un gran recurso que podría salvarnos la vida.

Tenemos en nuestro poder un gran potencial, todavía no manchado con defectos de nuestro mundo. Es natural como un bebé y nos preserva en un primer momento de aquello que podría ser nocivo para nuestra integridad.

Pero,... ¿por qué no la atendemos?, ¿por qué no le prestamos atención?.

Se halla libre de todo juicio al tiempo que unida a nuestras predicciones, aquellas que a menudo esbozamos en silencio tras confirmar una noticia que ya suponíamos.

A pesar de estar formada por lo mejor, seguimos sin darle adecuado crédito.

Es rápida y no se halla teñida con mecanismos de defensa que protegen nuestro indefenso yo. ¡Qué curiosidad! Las defensas protegen al yo privándole de la única posible y real: la intuición.

Uno de los mecanismos para defender nuestro estimable Yo es la negación de una realidad. Si ese hecho llegara a nuestra conciencia tal y como ha sido presentido, probablemente nos llenaría de angustia o desasosiego.
Y precisamente la justificación de la actuación de la negación es impedir que cualquier realidad sea mal vivida para el ser humano.

La gran virtud de la intuición es justamente que surge previa al proceso de enmascaramiento de la realidad. No se saca ningún provecho con ella a pesar del gran beneficio que podría reportarte si te acostumbraras a percibir sus señales o indicaciones.

La intuición ayuda al ser humano a captar una situación, hecho o persona que podría resultar peligrosa. A menudo el miedo a que nuestra intuición tenga una justificada realidad nos hace bloquearla, negarla obstaculizando su reflexión.

A menudo nos engañamos tratando de justificar conductas que viéndolas en otros no consentiríamos y sin embargo las obviamos por amor o dependencia.

Muchas mujeres que sufren maltrato podían haber predicho ese destino si hubieran atendido las señales que le mostraba el agresor; pero en vez de ello prefirieron engañarse justificando esos actos absurdos, poco corrientes que él mostraba y así como por acto de un filtraje hacer sobresalir sólo los pocos instantes agradables.

Cuando por fin despertaron de la farsa vivida, el destino ya era inevitable a pesar de los medios impuestos.
La intuición las hubiera salvado, si la hubieran escuchado.

Nuestros sentidos no nos engañan y muchas veces ese escalofrío que recorre nuestro cuerpo ante la mirada de un extraño tiene algo de realidad.

Volvámonos más perceptivos, más intuitivos y no toleremos más humillaciones ni acosamientos.

Una conducta de celos no simboliza que te quiere tanto que no puede vivir sin ti; tras ella hay una falta de confianza en uno mismo y también una necesidad de manipulación en el otro.

Tengamos en cuenta las señales que intuimos y anticipemos el ¡Basta! antes de que sea demasiado tarde.