sábado, 2 de julio de 2011

Palabras de amor



La mujer se sentó en su cómodo sillón de cuero negro y abrió su portátil tal y como acostumbraba hacer a diario. El reloj de sobremesa marcaba las 10:10 aunque en realidad eran las 19 horas. Recordó que tenía que cambiar la agotada pila pero como buena seguidora de señales pensaba que esos números simbolizarían algo y tenía que descubrirlo. “Excusas”, se dijo, “simplemente que nunca te acuerdas de cambiarla”.
La vida transcurría de forma confusa desde que tuvo un extraño sueño, o no tenia que llamarlo así, en cualquier caso, ese evento sucedió la misma noche que el reloj marcó y se detuvo en las 10 y 10. Quizás ese era el motivo que la llevaba día tras día a sentarse en esa misma posición esperando que sucediera algo más que la hiciera entender. Pero ese viernes tenía alguna cosa especial, era un 10 de octubre de 2010 y además se cumplía el décimo aniversario de la muerte de su abuela.
Lo casual radicaba en que en el supuesto sueño, su abuela se le aparecía tal y cómo ella la recordaba y la advertía especialmente de algo que tenía que ver con ese preciso día. La información se presentaba confusa pero aquella hora detenida en el reloj simbolizaba algo y ella lo sabía.
Repitió los mismos actos que hiciera antaño en espera que un nuevo trance la ayudara a descifrar aquel misterio.
Buscó la relación de números en el ordenador y un sinfín de páginas se abrieron ante sus ojos.
“Esto no tiene sentido”, se dijo al tiempo que movía el cursor deteniéndose en la noticia que ocupaba el décimo lugar y sin saber muy bien porqué, se dirigió a leer el párrafo 10.
“Creo que tanta soledad me paranoia”, se dijo mientras leía el contenido del mismo:
“Palabras de amor, nuevo libro del escritor Roberto Guzmán, …”
“Roberto”…repitió…”mi querido Roberto”, y siguió leyendo: el viernes 10 de octubre a las 20 horas firmará ejemplares de su último libro en la librería Valls.
Tras acabar el párrafo y, como movida por un resorte, se levantó, cogió su bolso y se dirigió hacia la puerta. Se detuvo unos instantes para mirarse en el espejo del recibidor. Habían pasado veinte años desde la última vez que se vieron, quizás no la reconocería pero algo en su interior le decía que tenía que acudir. Sacó el carmín del bolso y pintó sus labios. Los años no habían pasado en balde pero todavía seguía sintiéndose atractiva. Por un momento la duda embargó su cuerpo…

La librería Valls se encontraba en una céntrica plaza del casco antiguo de la ciudad. En el aparador un gran cartel y una docena de libros mostraban el rostro de Roberto Guzmán, su gran amor. Durante unos minutos se perdió en el recuerdo del tiempo que pasaron juntos. Una voz conocida la devolvió del trance. Laura, ¿eres tú Laura?, La mujer miró aquel hombre de pelo canoso y dulce sonrisa, los años transcurridos no le habían quitado su atractivo. Como movida por el deseo se acercó a él y le besó en su mejilla, él la agarró con fuerza por la cintura y la besó ardientemente en sus labios. Laura sintió un temblor extraño en todo su cuerpo mientras Roberto la besaba, incluso parecía que el suelo temblaba bajo sus pies y entonces recordó las palabras que su abuela dijo en su sueño: “Vete de tu casa en el décimo aniversario de mi muerte, pues allí no estarás a salvo”.
El temblor cada vez era más pronunciado. Roberto la sujetó con fuerza del brazo y ambos se dirigieron al centro de la plaza, donde parecía ser más seguro. Los edificios se resquebrajaban a su alrededor llegando algunos a desmoronarse. No había duda, era un terremoto. Tras varios minutos que parecieron eternos el temblor cesó. Una rápida mirada a su entorno le mostró que tanto la librería como otros edificios adyacentes se habían derrumbado.

Habían transcurrido varios meses desde aquel terremoto que destrozó parte de la ciudad donde vivía Laura incluida su vivienda.
Tenía abierto un libro en su regazo en cuyo prólogo impreso podía leerse:

“Palabras de amor, dedicado a Laura, el amor de mi juventud”