viernes, 2 de julio de 2010

La huida (segunda parte)




Los sueños se adueñaron de ellas, pero lo curioso es que parecían tan reales que Elena despertó con una nueva sensación en su interior.
Recordaba cada fragmento con total nitidez. La cueva las invadió de algo especial que las sumió en un estado semiinconsciente. En ese momento las imágenes grabadas en las paredes empezaron a cobrar forma y los colores vibraron con mayor intensidad. Una suave música sonaba a lo lejos proporcionando una sensación de paz a su mente.
Entre esas ahora desdibujadas formas, surgió una con apariencia humana. Elena no podía decir si era hombre o mujer tal y como los conocíamos los humanos pero ciertamente su apariencia era angelical.
En esa forma humana se unían paz, bondad, amor y dicha. Esas sensaciones empezaron a confortar a Elena como si fuera capaz de reflejar tal “positividad” para sí misma.
Esa presencia le habló aunque no llegó a abrir sus labios para expresarse pero así lo sintió Elena.
En su cabeza aquellas palabras resonaron con fuerza y claridad.

Tras esa vivencia, Elena sabía lo que tenia que hacer y no temía nada.
La pequeña Irene despertó con una amplia sonrisa y acercándose a su protectora, la besó con ternura en la mejilla.
Tras esa visión en la cueva, ambas sentían que todo era posible y que fuerzas mayores las protegían, fuerzas que no eran de este mundo pero que sentían con fuerte apego hacia ellas.
Tomaron un tentempié de la mochila y prosiguieron el camino por el pasadizo. La claridad se percibía aún lejos, el camino ahora parecía distinto de ayer. Quizás todavía no habían despertado, pero ¿era eso posible?
Cuando llegaron a la luz comprobaron que esa salida no era lo esperado. Un bosque distinto a los habitualmente conocidos se presentaba ante sus ojos. Incrédulas se miraron un segundo y nuevamente mantuvieron sus ojos fijos en ese espectáculo que se iniciaba… Una naturaleza viva y distinta, con sonidos dulces y olores diversos. Colores nunca antes descubiertos coloreaban ese paisaje y seres no humanos se perdían en el espesor de ese bosque.
Elena e Irene estaban felices mientras lo contemplaban pero la mente racional de Elena la despertó del asombro en el que se hallaba y se preguntó: ¿Estamos muertas?

Una voz sonó en su interior respondiendo a la pregunta: “Seguís vivas pero tenéis algo que aprender en este, nuestro mundo y por eso estáis aquí. El tiempo como vosotros los humanos lo conocéis, se ha detenido.
De algún modo una parte de vuestro ser sigue en la cueva, en la tercera dimensión. Pero, a la vez, estáis aquí cruzando el portal dimensional que os ha llevado a este lado.”

Irene se acercó a Elena y dijo: “Estamos en ese mundo que tantas veces percibo y me guía. Ahora tú también estás preparada para verlo. No temas lo desconocido. Abre tu corazón a las enseñanzas que se te mostrarán.”



Fuera o no un sueño, Elena confiaba en esos seres y por ese motivo cuando aquel la abrazó no sintió miedo alguno.
Le dijo que al despertar en la cueva poseería un nuevo conocimiento. De hecho, éste ya estaba en sus manos. Aquellos números y gráficos que ilustraban la agenda de Julián, formaban parte de un mapa de la Genética Humana. Se clarificaban las vías de acceso a la conciencia, aquella que los dioses de la antigüedad anularon con tanta sutileza.
Este conocimiento le había sido transmitido a Julián, pues su privilegiada posición profesional le ayudaría a entenderlo y posteriormente, difundirlo. Lamentablemente al intentar hacerlo fue eliminado.
Esas últimas palabras provocaron lágrimas en Elena, quien todavía poseía un halo de esperanza de reencontrarse con Julián.
La misión ahora recaía en ellas. Deberían transmitir el conocimiento para garantizar el despertar de la esclavizada humanidad en esta nueva era.

En este punto de la comunicación, el temor se apoderó de Elena. Ella era la responsable de Irene y tal aventura podría hacer peligrar su vida.
El ser dimensional percibió su sentimiento y la tranquilizó garantizándole que nada les pasaría.
En vuestro camino -le dijo- hay dos seres de nuestro mundo que tienen como misión protegeros para que podáis cumplir el objetivo. De hecho –prosiguió- los encontraréis en una forma amiga. Son Roberto y Clara.
A él lo conoces, es tu antiguo compañero de facultad. A Clara todavía no. Ella tuvo la misión de despertar y proteger a Julián y aunque falló en lo segundo, dará su vida por vosotras.
Clara os espera fuera de la cueva para llevaros con Roberto.
En estos momentos la Humanidad se encuentra preparada para el cambio que se ha de provocar. Aquellos que no sintonicen con la vibración actual, desaparecerán de sus formas humanas. La Primera Fuente nunca quiso veros esclavos en esta Tierra que os pertenece. Él no pidió que se os alojara en esta cárcel de cristal. Pero no todos siguieron los dictados de la Primera Fuente. Algunos tenían planes distintos para vosotros, los seres humanos.

Con estas últimas palabras el ser de luz se desvaneció junto con todo aquel mundo abierto ante sus ojos. La cueva se restableció y ambas mujeres despertaron nuevamente en ella.
Se cargaron las mochilas a sus espaldas y con una renovada energética sensación en su interior prosiguieron el camino hacia el final de la cueva, donde ciertamente una figura de mujer les esperaba fuera. Era Clara y con ella, Irene y Elena iniciarían un maravilloso viaje que llevaría a toda la humanidad a su ansiada edad dorada.