sábado, 7 de marzo de 2009

Sábado Literario - El salir de la inocencia




Me acuerdo de...
Aquel invierno, no sé si los hechos que entonces acontecieron tuvieron la culpa de ello o bien la manera en que para mi esa época marcaría el paso de la infancia a la adolescencia.

Los Reyes Magos cabalgaban largos días y largas noches para finalmente llegar a nuestros hogares y regocijarnos con aquellos presentes tan anhelados durante todo el año. Esa noche para mi tierna infancia era especialmente importante para mí, pero no os equivoquéis, no por los regalos, que a menudo me frustraban, sino por lo que la noche en sí contenía. Para mi había magia en esa noche y yo la preparaba de manera especial: me acostaba temprano pero no dormía, me gustaba oír como se acercaban tras el repicar de los tambores, que os juro, oía con toda claridad esa ansiada noche y mirar curiosa tras el rabillo de la puerta por si se escapaba una sombra que pudiera dibujar en mi soñadora mente.

Ya de pequeña me gustaba subirme a las nubes y sentir desde ese rincón al mundo latir y vivir aventuras, románticos encuentros y sobretodo, soñar con ser feliz, con que todos aquellos seres que amo estén presentes en mi vida. 2 hechos sucedieron esa mágica noche de Reyes: mi querida profesora Dolors falleció de un ataque al corazón y descubrí que esos fantásticos Reyes que todo parecían poder lograr, no habían sido capaces de evitarlo.

Descubrí la realidad de nuestro mundo: nacemos, vivimos y morimos pero también sufrimos por tener que renunciar a tu presencia demasiado pronto... Te añoro Dolors.

jueves, 5 de marzo de 2009

¿SOMOS BUENAS PAREJAS?



RECETAS PARA MEJORAR NUESTRAS RELACIONES

Nuestra irracionalidad nos pierde! Fijaros en cuántos errores cometemos en una relación de pareja:

Acerca de uno mismo:

Tiene que considerarme el compañero ideal.
Simplemente debo intentar ser un buen compañero, alguien que respeta su forma de ser y se autoanaliza para descubrir sus actitudes erróneas. Quizás a veces me muestro demasiado blando o quizás al contrario, grosero y exigente.

Existen unos deberes conyugales y nunca debo olvidarlos.
Quizás necesito un respiro, me siento preocupado o agobiado. Soy humano e imperfecto y sobre todo soy único e independiente. Sí formo parte de la pareja pero tengo entidad propia.

Jamás me perdonaría decepcionar a mi pareja.
Si se siente decepcionado trataré de averiguar cuál es el motivo y si hay alguna actitud en mí que causa dicha decepción trataré de modificarla.

Primero son sus necesidades, luego van las mías.
Para que una pareja funcione es importante que conozca tanto los intereses como las necesidades propias como del otro miembro de la pareja. Dejar a un lado nuestro intereses podría producirnos insatisfacción y eso a la larga iría en detrimento de la pareja.

Si alguna cosa no me gusta , mejor me la guardo por si lo ofendo.
Hay que encontrar el momento adecuado para comentarlo sin que ello produzca ninguna ofensa.

Tengo que estar de acuerdo con él/ella en todo.
Que existan puntos de vista distintos no significa para nada que la pareja vaya hacia la ruptura, muy al contrario podría incluso enriquecer la relación.


Acerca de tu cónyuge:

Simplemente por quererme ya tiene que saber lo que necesito.
Tratará de ayudarme cuando le comunique algunos de mis problemas o de mis necesidades si es que realmente me quiere.

Como me quiere siempre tiene que estar amable conmigo.
El hecho de mostrarse algunas veces malhumorado o cansado sin atender demasiado a mis solicitudes no significa que haya dejado de quererme.

La creencia de que no es justo que él haga actividades por su cuenta, sin compartirlas conmigo.
Es importante que se sienta independiente, esas actividades personales fomentan el equilibrio en la pareja porque cada cual dispone de su propio espacio al tiempo que se siente más enriquecido para compartir experiencias en la pareja.

Con tenernos el uno al otro es suficiente, así pues tiene que empezar a despedir a sus amigos.
Es deseable poder mantener las relaciones de amistad que hemos tenido por separado cada cual. Ello ayuda igualmente al enriquecimiento mencionado en el apartado anterior.

Si mantiene sus antiguas aficiones tenemos menos tiempo para nuestra convivencia, así es que es mejor que las deje.
La convivencia mutua no tiene que implicar que renunciemos a nuestras aficiones.

Si no se percata de lo que me está pasando es que no debo importarle.
Nuestra pareja no es adivina, si yo oculto mis sentimientos no podrá darse cuenta de ellos.

El amor significa que tiene que sacrificarse por mí.
Está bien sacrificarnos uno por el otro siempre y cuando ello no represente la anulación del otro.

Acerca de la relación:

Al iniciar nuestra convivencia, seremos felices eternamente.
Para que el camino que vamos a cruzar juntos sea estable, duradero y gratificante tenemos que esforzarnos ambos miembros de la relación.

Vivir juntos significa compartir todos los aspectos intrínsecos de nuestra vida.
Es positivo para el buen equilibrio de la pareja que se mantengan las parcelas de individualidad, ello enriquecerá la convivencia.

Pensar que la vida en común será tan maravillosa que podremos prescindir de otra compañía que no sea la de nuestra pareja.
Por el hecho de convivir en pareja no tenemos que excluir de nuestras vidas aquellas personas, amigos o compañeros o familia, que han representado una parte de nuestra vida y además con los que nos sentimos asimismo a gusto. No solo compartiremos proyectos o ilusiones con nuestra pareja, también podemos compartirlos con esas otras personas.

Pensar que los objetivos de una pareja que está enamorada tienen que estar basados en hacer feliz al otro dejando de lado tu propia felicidad.
Si yo me siento equilibrado y estable haré feliz al otro. Si yo no me siento satisfecha, es difícil que pueda transmitirle felicidad a mi pareja.

martes, 3 de marzo de 2009

El sueño de Izi




Hace muchos años vivía en una humilde cabaña un anciano cuyo nombre era Izi. Aquel hombre sentía que ya nada era lo mismo sin su adorada Sabina, fallecida hacia poco menos de un año. Cada día transcurría del mismo modo y Izi sentía que con cada amanecer desaparecía un poquito de su vida. Languidecía lentamente recordando aquellos apasionados momentos junto a Sabina. Ya nada iba a ser lo mismo, se repetía una y otra vez. ¿Por qué tuvo que perecer antes que yo? ¿Por qué debo vivir? ¿No es pues la vida una elección? pues yo quisiera elegir morir por no vivir sin ella.

Entre lamento y lamento la vida de Izi iba transcurriendo hasta que un día soñó algo que le hizo reflexionar: en el sueño aparecía una reforzada muralla de piedra calcárea que protegía un maravilloso castillo; la muralla tenía una minúscula puertecilla por la que no habría hombre que pudiera pasar y tras la misma, un largo puente colgante cuyo final daba acceso al mencionado castillo. En ese punto del sueño Izi despertaba y al menos tardó una semana en volver a soñar lo mismo pero esta vez avanzando un poquito más la historia.

Al parecer en la entrada de esa minúscula puerta había un hombrecillo con una larga barba blanca y una gran pipa entre sus labios que parecía murmurar algunas palabras entrecordas, por el momento sin sentido para el viejo Izi. Al mismo tiempo la imagen del hombrecillo estaba como desdibujada, sin apreciarse claramente su rostro.

Los días ahora parecían transcurrir felizmente para el anciano, quien tenía algo distinto que pensar puesto que el sueño lo hacía reflexionar, preguntándose ¿qué sentido tenían esas imágenes que, noche tras noche se repetían, aportando más información y claridad conforme avanzaban las semanas?

Llegó el invierno y con él las primeras nevadas. Curiosamente el sueño seguía repitiéndose pero por algún motivo desconocido había algo cada vez más familiar en esas imágenes y el paisaje ahora también aparecía nevado. Hacía ya tiempo que el sueño se desvanecía al acercarse al rostro del hombrecillo, curioso ¿no?

Aquella fantástica noche de claro de luna fue diferente a las anteriores noches; ya ese día había transcurrido con ciertas directrices distintas: el cartero había entregado a Izi una misteriosa carta al parecer extraviada en el tiempo cuyo contenido confortaría gratamente a aquel hombre. La carta era de Sabina, probablemente escrita en su juventud y tenia como destinatario a cualquiera de ellos, Izi o la misma Sabina y en ella se relataba con suma precisión el lugar exacto donde se encontraba ubicado un tesoro ancestral. Lo mágico de ese hecho es que el tesoro no era un bien material sino una vivencia, algo enriquecedor hasta tal punto que haría felices a los más desdichados. La clave para acceder al mismo estaba en el sueño repetido de Izi. ¡Vaya! Se dijo asimismo el anciano, ¿para qué tengo que ser feliz ahora que ya no te tengo Sabina? ¿Qué sentido tiene todo esto que me está sucediendo?

Esa misma noche, la de claro de luna, Izi lo descubrió… La imagen de la muralla se le acercó, rompiéndose el muro en mil pedazos, la puertecilla esta vez apareció mucho más grande a sus ojos y el rostro del hombrecillo por fin se vio con claridad. No cabía duda ¡era él mismo! Ahora sí supo leer lo que sus labios decían: La felicidad está dentro de ti, aún tienes mucho que aprender en esta vida, no te permitas languidecer, Sabina no lo querría. El reto está en aprender a vivir sin ella y puedes hacerlo!

La siguiente mañana amaneció como otros tantos días pero algo en el interior de Izi era distinto, había cambiado; ahora sí tenía ganas de vivir, ganas de sentir, de enriquecerse con cada nuevo amanecer porque la felicidad la construyes tú mismo y sólo, si tú quieres, podrás ser feliz.

Izi aquella nueva mañana así lo había decidido.