jueves, 13 de enero de 2011

Vivir desde el corazón fomenta la coherencia emocional




El ritmo acelerado de nuestra sociedad dificulta una buena gestión de las emociones. Ellas son la causa de la mayoría de los malestares que acusa el ser humano.

Cuando las reprimimos y no las liberamos, nos crean Resentimiento. Esta emoción se libera en una doble dirección: por un lado, hacia la persona o personas que la originaron, y, por el otro, hacia nosotros mismos.
Cuando surgen precipitadamente y sin reflexión, aparece la Culpa que todo lo justifica, obviamente ésta también actúa de forma bidireccional.

Regular bien nuestras emociones, es decir, saber cómo y cuando expresar el sentimiento, nos beneficia a ambos: a ti que recibes mi emoción y a mí que al expresarla adecuadamente dejo que fluya.
Ésta es la clave para conseguir emociones inteligentes: dejar que fluyan.

Habitualmente el ser humano se identifica con la emoción sentida lo que produce “atascos malsanos” en su interior.

Pensamos que somos aquello que sentimos y eso, nos decepciona, nos conmueve, nos debilita, nos paraliza.

La Inteligencia Emocional es una disciplina que surge para equilibrar nuestras vidas. Establece cinco niveles para obtener óptimos resultados:

1.Autoconocimiento o consciencia de uno mismo
2.Autorregulación o saber cuál es el momento adecuado para expresar y cómo hacerlo.
3.Automotivación: orientar mi intención hacia un logro.
4.Empatía: Ser capaz de ponerme en el lugar del otro para así sentir como él lo haría.
5.Hábil socialmente: Disponer de las herramientas adecuadas para la interrelación.

El camino que aquí os quiero mostrar es el arte de lo genuino, es un modo de vida que favorecerá la coherencia que nos enseña la Inteligencia Emocional.

Se trata de responder a las situaciones a las que nos enfrentamos a diario utilizando las virtudes del corazón, que como aliadas del Amor Incondicional nos protegen de la emisión de sentimientos negativos.

Básicamente podemos enumerar seis virtudes del corazón:
Agradecimiento, Compasión, Perdón, Humildad, Entendimiento y Valor.

El agradecimiento tiene que ver con apreciar lo que los otros hacen por mi, lo que me ha sido dado por el Universo, en definitiva “mi dicha”. Para valorarlo tengo que desprenderme del “merecimiento”, “recompensa”, “contravalor”.
Agradezco desde la claridad del sol que me ayuda a despertar, el techo que me acoge cada día o el trabajo que me permite aquello que considero “posesiones”.
Recuerdo una frase que se cita en “El Alquimista” de P.Coelho que reza así: “Cuando quieres algo todo el universo conspira para que lo consigas”. Partiendo de ello y del supuesto que nada sucede sin una causa, tienes que agradecer todo lo que te ocurra, porque ése es tu aprendizaje.

La compasión me permite recordar que somos una gran familia, que todos somos iguales y que nadie ni nada merece sufrir. Cuando siento compasión empatizo con el otro, con su tragedia o con su dicha y ello me permite perdonar y a la vez entender.

El perdón aleja el resentimiento e instaura un patrón de amor y armonía en la persona.

La humildad nos recuerda que tenemos que alejarnos de la polaridad, de las diferencias y hay que sentir amor por aquel que no entiende, por aquel que su falta de comprensión en el propósito le hizo perderse en la materia.

El entendimiento nos capacita para irradiar ese sentimiento amoroso, nos proporciona conocimiento sobre nuestra verdadera esencia, aquella que habita en nuestro interior y que tras tanto tiempo identificándose con su vehículo o cuerpo, perdió la consciencia de su ser.

El valor es un arma poderosa, nos ayuda a tomar decisiones, nos aleja de la culpa y nos reconoce el propósito por el que fuimos creados.

Si entendemos que todo es energía y que para que ésta fluya positivamente tenemos que actuar con armonía, entenderemos el uso de las virtudes que nos proporciona el corazón energético como valiosos recursos para obtener la apreciada coherencia emocional.

Si en nuestras manos está transformar las olas en apacible mar, ¿porqué nos cuesta tanto hacerlo?

Hay que creer en el Poder de Transformación, en la soberanía interna que habita dentro de ti y que es la Esencia de tu ser. Si sientes esa grandeza, si sientes esa totalidad, sentirás cómo se va formando la coherencia en tu interior.

El poder de transformar las emociones, el poder de elegir aquellas que son saludables radica en TÍ.
Las virtudes del corazón son elementos a tu disposición para hacerte el camino más fácil.


Artículo escrito para el Portal de Inteligencia Emocional y publicado el 30/11/2010

domingo, 9 de enero de 2011

Tiempo para ser felices




Cada época de la vida tiene sus satisfacciones y lo importante no es si ya eres mayor o todavía eres demasiado niño, sino lo verdaderamente importante es sentirse feliz e ilusionado por la vida.
Este camino es un sendero de aprendizaje donde absorbemos experiencias, vivencias que nos conducirán a un mayor conocimiento de uno mismo y su realidad. Este punto álgido suele llamarse Madurez.
A menudo cuando entramos en esta etapa miramos atrás para hacer balance de nuestra vida, de nuestros errores, de nuestras victorias, en definitiva, de lo conseguido.
No sé si es adecuado definirlo de este modo. Creo que lo positivo es que uno cuando alcanza el grado de madurez necesario mire atrás con satisfacción, con orgullo, entendiendo todas y cada una de las experiencias pasadas como necesarias para encontrarse en el punto actual. Nada ocurre por nada. Todo está totalmente calculado y todo tiene una razón de ser.
Cuantas veces luchamos contracorriente y ello nos hace sentirnos frustrados y fracasados, porque pensamos que erramos el objetivo. Ese sentimiento nos debilita e incide directamente en nuestra autoestima. Es importante que cada suceso vivido se sienta de forma positiva, a pesar a veces de no atender al propósito previsto.
Me explicaré, muchos de los eventos que suceden en nuestra vida no lo hacen tal y como “pensamos” que hubiéramos querido: aquella relación fracasada, aquel examen suspendido, aquel trabajo no adjudicado, aquellas oposiciones por las que tanto estudiamos, fallidas. Habitualmente esos sucesos no conseguidos se viven negativamente como “nuestros fracasos”.
Lo que os propongo es que los vivamos positivamente de un modo totalmente distinto. Si todo tiene una razón de ser, ¿no es posible que aquel logro no se consiguiera simplemente porque no estaba escrito que así fuera?Esta formulación no conlleva frustración y por ende, no hay incidencia negativa en la autoestima de cada uno.
El Universo conspira para que las cosas que en su día escribimos que viviríamos, se cumplan y a menudo al no recordarlo, cogemos caminos distintos a los que “teníamos” que coger.
La emoción sentida al “fracasar” nos vuelve infelices mientras que si la emoción que siento es comprensión por la manera en que las cosas se han torcido para que consiga lo que me propuse antes de nacer, seguiré sintiéndome feliz.
Hay muchísimas experiencias que quisiéramos borrar de nuestra mente, pero seguro que esas vivencias tuvieron que ser vividas para encontrarnos en el punto de vida en el que estamos. “Si aquel día no hubiera tenido ese accidente, me hubiera encontrado en clase cuando se produjo el atentado”, “Si hubiera aprobado las oposiciones no hubiera entrado a trabajar en el periódico donde te conocí” y así millones de casos.
La diferencia es que no siempre sabemos a qué nos condujo determinado “fracaso” pero ciertamente el simple hecho de pensar que tuvo su razón de ser ya es suficiente para sentirnos felices por seguir nuestro propósito de vida.