martes, 14 de abril de 2009

Conociéndose




Había descubierto esa foto antigua aquella misma tarde, no haría siquiera dos horas, cuando sus amigas, María y Silvia, compartieron té y charla con ella. Recordaban entonces momentos vividos y en el pasado rememorado apareció esa foto suya que tanto decía de Julia.

Entonces no tendría más de 35 años y todo un mundo se postraba a sus pies. Esbelta, atractiva, segura de sí misma, no como ahora que a menudo sentía estar acercándose a un precipicio y dudar si arrojarse en él.

¿Qué había sucedido en su vida que la hiciera sentir así? Vacío, esa era la única palabra que se le ocurría. Su vida tras la separación se había vuelto un espacio de idas y venidas sin sentido. Pero ¿por qué no tuvo el valor suficiente para decírselo a Ernesto? Si Julia le hubiera dicho “no te marches amor”, él no se hubiera ido jamás de su lado, pero no fue capaz de hacerlo. Ahora al meditarlo en la distancia, reconocía que fue orgullo lo que le llevó a no pronunciar esas simples palabras, que tanto hubieran cambiado su vida. La que decidió elegir equivocada y precipitadamente, un día cualquiera de un mes otoñal.

Tras esa decisión habían pasado tan sólo unos escasos meses, que a Julia le habían parecido siglos, sobretodo porque no había sabido nada de Ernesto durante todo ese tiempo. Todavía recordaba con viveza ese último encuentro, cuando le pidió tan solo una respuesta, una firme y segura, que entonces Julia no fue capaz de dar. Tras ese silencio, sus pasos se alejaron de ella, perdiéndose en la lejanía de esa noche de claro de luna.

En aquel preciso instante, Julia supo que se había equivocado y quiso gritar con fuerza su nombre para pararlo, pero de sus labios no pudieron salir palabras, sólo brotaron sin cesar lágrimas por aquellos ojos verdes que antaño Ernesto había adorado. Tras ese día, nada fue lo mismo, una parte de ella se fue con él y ese agujero anodino no pudo llenarse jamás. Decían que el tiempo lo cura todo pero para ella la cicatriz no se cerraba.

Aquel encuentro con María y Silvia avivaría sus deseos nuevamente de sentir, de vivir, de reír, al tiempo que le recordaron la falta que le hacía Ernesto.
Esa imagen de la fotografía traducía cómo se sentía y el rostro reflejado en el espejo del recibidor, tras despedir a sus amigas, rememoraba su ausencia, la del hombre que amaba.

Entonces un impulso, nunca antes sentido con esa fuerza, le hizo rebuscar en su bolso la tarjeta con el número todavía no borrado. Por un momento tuvo la imperiosa necesidad de marcarlo, pero la magia del instante se rompió al sonar su móvil. Abrió la tapa, acercándolo tímidamente al oído. Una voz que conocía muy bien le dijo:

“¿Eres tú Julia?”

Nunca antes aquella pregunta le había parecido tan oportuna ni la voz que la pronunciaba tan gratificante, así es que Julia sólo supo decir con aquella seguridad característica recobrada al contemplar la foto, que todavía permanecía en sus manos:

“Te quiero y deseo tenerte a mi lado, ahora sí puedo decírtelo”.

domingo, 12 de abril de 2009

Mi amiga Mercedes




Mercedes,

Eres una excelente persona con un gran corazón. En tu camino has encontrado almas cansadas que has sabido aliviar. Tienes un don niña y no tienes que cerrar los ojos ni negártelo. Mereces recibir cariño porque tú lo has entregado por doquier. No te has preocupado por tí misma y ahora que te sientes desgastada quieres tirar la toalla. Tienes fuerza mi niña y por muchas cosas malas que ocurran a tu alrededor, tienes que liberar tu interior y superarlo. Te queremos pero también te necesitamos porque eres como el motor que mueve nuestras vidas, aquellas que algún día perdieron el rumbo y con tu ayuda encontraron el camino.
Te he conocido tarde pero sé que tenemos mucho que contarnos y que compartir. No quiero perderte ahora. Quiero ayudarte porque te mereces ser feliz y empezar a pensar en tí.
Has promovido en todos nosotros la inquietud por escribir, por acercarnos, por compartir y sin tí, NADA VA A SER IGUAL.
Siente el cariño que te acerca a nuestras vidas y permítenos compartir contigo esas palabras que forman tus increibles escritos.

Firmo en nombre de todos los que pertenecemos a la comunidad bloggera, esa que tú has desarrollado con la fuerza de tu querer.

Pantera