domingo, 1 de mayo de 2011

Destino: Petersgaard (2ª parte y final)




Måndag

La mañana del lunes amaneció soleada y radiante. Todos los de la casa ya estaban en pie. Laura se hallaba todavía en la improvisada cama saboreando los rayos dorados sobre su piel. Le gustaba esa sensación.
Aprovechó para observar con detenimiento la habitación que ocupaba: centenares de libros, algunas fotos antiguas, un par de animales disecados, unos muñecos de madera, entre los cuales destacaba un payaso, y muchas botellas llenas de buen vino.
Recordó que antaño aquella habitación había sido la de Karen, pero ahora era el despacho de Jens y a él le gustaba guardar lo que consideraba detalles importantes de sus vivencias.
A los padres de Karen les encantaba viajar y siempre que podían se escapaban. Los lugares elegidos no solían ser turísticos. Les gustaba vivir emocionantes experiencias. Destinos como Groenlandia, Islandia cuando la lava del volcán estaba en pleno auge, Vietnam, por nombrar algunos de los escogidos. Realmente eran una pareja peculiar, quizás por ese motivo Laura se sentía como en casa.

Miró el reloj, ya eran cerca de las nueve, aquel era su primer despertar en Dinamarca y no quería desaprovechar ni un minuto más con tanta ensoñación. Aquel día Laura se adentraría por primera vez en el bosque de los gnomos y hadas y se sentía excitada al desconocer lo que le depararía ese encuentro.
Tras el desayuno, Karen y Laura iniciaron el recorrido.
Atravesaron la gran arboleda y pronto empezaron a oír los sonidos del hábitat del bosque. Pequeños ciervos y liebres cruzaban libremente por el camino.
“Si te paras y cierras los ojos – le dijo Karen - sentirás la magia del lugar”.




Inusuales sonidos eran captados por los oídos de Laura. Parecía un lenguaje propio e inteligible para el humano, pero de algún modo que desconocía ella lo entendía. Eso mismo le sucedía en su querido bosque, aquel al que acudía a diario en su paseo con Loki, su perro.
Siguió con los ojos cerrados y respiró profundamente, necesitaba asimilar la energía del lugar. Sintió como ésta le recorría su interior. El tiempo se detuvo y de repente todo quedó en calma. Laura y Karen abrieron los ojos a la vez al sentir esa presencia. Como dándoles la bienvenida, aquellas hojas caídas a sus pies se alzaron y circularon en el aire mágicamente. Fueron escasos segundos pero ambas sintieron la fuerza de esa presencia.
“¿Has visto eso? – preguntó Karen a Laura. “Lo he visto y lo he sentido” – respondió ella.

Tardaron un buen rato en volver a hablar, aquel acontecimiento vivido las había transportado al corazón del bosque y se hallaban en estado de shock.
No sentían temor ninguno pero aquella profunda sensación mágica las invadió y paralizó la comunicación verbal humana.
Cada cual necesitaba absorber la experiencia por sí sola.
No volvieron a hablar más de ello y jamás lo contaron pero sabían que así había sucedido.

El resto del paseo transcurrió agradablemente observando la grandeza de los árboles, la adecuada combinación coloreada de flores que la llegada de la primavera había permitido resurgir y como no, suaves aromas distintos que al mezclarse producían placer al olfato.

Tirsdag

Aquella nueva mañana de martes amaneció como de costumbre soleada. Habían organizado una pequeña excursión al lugar donde trabajaba la madre de Karen. Era un complejo centro sanitario residencial, donde diferentes colectivos de enfermos mentales trabajaban cultivos, cuidaban los pequeños animales de la granja, producían esencias ecológicas y disfrutaban de prolongados paseos terapéuticos en un entorno casi paradisiaco. Lo más interesante era saber que todo eso era de acceso público. Realmente esa sociedad velaba por sus miembros.
Conforme se adentraba más en esa cultura nórdica, Laura se sentía más vinculada. Ese concepto de terapia era impensable donde ella venía pero las piezas allí encajaban perfectamente y ella comprendía y compartía esas creencias.

Recorrieron los 60 kms de regreso a casa, tras esa interesante experiencia. Deleitaron su paladar con una exquisita cena danesa y tras la misma, la ya acostumbrada tertulia junto a sus tazas de té y miel.

Al acostarse, la llamada de Ernesto culminó con alegría aquel día. Se hallaba a media semana y las sensaciones se acumulaban sin tiempo apenas de condensarlas. Tenía tanto que contarle, pensaba Laura, que no sabía por donde empezar. “Disfruta cada segundo, no es necesario que encuentres las palabras para describirlo, sólo siéntelo” – le dijo Ernesto.
Era tal el sincronismo entre ambos que a menudo no eran necesarias las palabras.
Aquella noche soñó encontrarse en el bosque danzando alegremente junto con unos seres mágicos bajo la luz de la luna. Llevaba un vestido de tul blanco con detalles de purpurina incrustados que brillaban con intensidad con cada danza. Se sentía inmensamente feliz porque pertenecía al mundo mágico de las hadas, gnomos y elfos. Todo era bello y armónico.

Onsdag

Ese día tocaba visitar la capital, como una buena turista.
København era una peculiar y pintoresca ciudad. Sus gentes se movían con armonía, sin prisas. En el ambiente sentías la paz y el equilibrio que parecían contener los aires nórdicos.
Laura no había dejado de sentir esa sensación desde que llegara a ese país. Aún ahora si cerraba los ojos podía trasladarse al bosque mágico y recibir la energía que le transmitió la presencia ese primer día que se adentraron en él. Sabía que nada era casual y aquello que presenció no fue una casualidad.

Cruzaron calles, plazas, edificios emblemáticos, tomaron un barco y disfrutaron de una deliciosa comida armonizada con un buen blues callejero.
Todo aparecía ante los ojos de Laura mágicamente orquestado. Contemplaba como el tiempo parecía detenerse, como las personas disfrutaban del momento, sentadas en el asfalto con una copa de vino o una cerveza, simplemente charlando, saboreando sus vidas humanas.

De algún modo que apenas entendía. Laura se sentía parte de esa gente, de esas costumbres, de esa cultura que parecía entender tan bien.

Aquella noche soñó ser una bella y pecosa vikinga con largas trenzas pelirroja, de no más de 15 años, que vivía una existencia feliz en un barco que recorría verde azulados mares.

Torsdag

Ese nuevo día Laura conocería algunas plantas que Jens, el padre de Karen, cultivaba en el jardín. También saludaría y captaría fotográficamente al miembro animal de la familia, “Pjuske”, un divertido gato con tiesos y desmelenados pelos.
Los días pasaban rápidamente y Laura trataba de mantener la esencia del lugar permanentemente en su interior. Sentía que de alguna manera posible necesitaba que Ernesto experimentara esas sensaciones. Captaba especiales instantáneas que le permitieran revivir lo sentido por Laura, pero sobretodo ella se dejaba sumergir constantemente por lo afrodisíaco del lugar.

Fredag

El último día lo pasaron en familia, disfrutando de los diferentes entornos del jardín, tomando el sol y conversando.
Ese día organizaron una comida especial y al mismo tiempo tradicional en honor a la visita de Laura. La amabilidad de esas personas era auténticamente única.
Aquella tarde Karen y Laura hicieron “traditional cookies” que se servirían como acompañamiento con el café.
Quedaban pocas horas antes de partir y Laura necesitaba sentir una vez más esa brisa mágica que le proporcionaba el bosque. Pensó que Karen y sus padres posiblemente necesitarían compartir a solas esos momentos y aprovechó para adentrarse por última vez en la magia del bosque danés.

Sola, sin su cámara pero como adueñada por el lugar recorrió el mismo absorbiendo la energía de esas inmensas hayas.
Se detuvo donde el primer día tuvo esa particular experiencia.
Cerró nuevamente los ojos y sintió una vez más cómo la presencia la rodeaba dulcemente para acariciarla con suavidad.
Un fino hilo dorado penetró en su interior como si de algún modo quisiera sanarla. Laura se dejó llevar por aquel misterio sin temor y escuchó una débil y dulce voz. Tras lo que se podían considerar palabras, Laura esbozó una sonrisa.



La mensajera del bosque, una pequeña ninfa dorada, le decía que ya se conocían, que siempre habían estado juntas, aunque quizás con el ajetreo, con las prisas, con la rutina, la voz interior se había ido silenciando. Le recordó que la magia y la energía de los bosques ayudaban a poder ser nuevamente escuchada.


Nada había sido por casualidad: el inesperado viaje, la invitación, Loki, sus paseos en su bosque, su universo local repleto de árboles y plantas, aquellos queridos petirrojos que la visitaban a diario. Todo formaba parte de un plan para ayudarla a despertar. Ahora entendía aquella frase que tantas veces oía repetir a Ernesto: “Si deseas con intensidad alguna cosa, todo el universo conspirará para que lo consigas”.