sábado, 21 de febrero de 2009

Sábados Literarios




Ahí van mis "10 NO":

No me gusta la gente cínica, ni aquellos que critican con facilidad
No me gusta el pulpo ni los hombres demasiado empalagosos
No me gustan los flanes ni los postres "blandiblubs", me dan dentera
No me gusta la incomunicación, ni las palabras sin sentido ni las cosas a medias tintas
No me gustan los aviones si puedo evitarlos
No me gustan las guerras ni la gente agresiva
No me gustan aquellas verdades a medias ni las que te hacen sufrir pero sé que a veces hay que oirlas.
No me gustan los seriales, las telenovelas porque poco tiene que ver con el mundo real.
No me gusta la infidelidad ni el engaño ni las mentiras creo que siempre hay que enfrentarse a la verdad por más que nos duela.
No me gusta hacerme mayor aunque sé que ese es un problema a superar.

Ahí van mis "10 SI"

Si me gustan los hombres que me quieran con los tres ingredientes: Eros, Ágape y Philia (que me deseen, me cuiden y con los que pueda tener un proyecto de vida en común).
Si me gusta mi trabajo, mi profesión, lo que estudié porque me acerca a los humanos y aprendo cada dia de ello.
Si me gusta aprender, no me canso nunca de hacerlo.
Si me gustan los spaguettis carbonara sobre todo los de la "Tagliatella"
Si me gustan mis canelones, hacerlos y comerlos y que vosotros os los comais!
Si me gusta tomar el sol tanto en verano como en invierno, siempre es un placer
Si me gusta hacer el amor con mi compañero completo, el que me da cariño, pasión, amistad y cuidado.
Si me gusta esquiar aunque sea "pesadín" todo el equipaje que hay que llevar, al final siempre disfruto de una buena bajada libre de "esquiadores locos"
Si me gusta la locura, la improvisación, hacer cosas sin pensar dejándote llevar por el momento, pienso que en esos momentos absorbes "felicidad".
Si me gusta ser y sentirme feliz.

La verdad es que la lista de los síeeees se me ha hecho corta, probablemente es porque me gusta la vida y en ella hay muchíiiiiiisimas cosas apasionantes. Un beso bloggero a todos con entusiasmo!

jueves, 19 de febrero de 2009

Crisis de Pánico



Era un 11 de noviembre de ya no recuerdo el año (por fin logré olvidarlo). Me acosté como tantos otros días después de cenar un plato de arroz blanco y unas croquetas de jamón. Había compartido la habitación con mi hermana durante 18 años pero se había casado hacía poco y yo me sentía terriblemente sola. En casa todo había girado siempre en torno de ella y cuando marchó, el vacío ocupaba gran parte de la estancia.

Pero sigamos con el relato. A medianoche me desperté atemorizada porque había sentido un calambre, nunca antes percibido, que me subía desde el estómago hasta la cabeza; creí morir y grité para que alguien me ayudara. Mi madre dijo que había sido un mal sueño y me dio un vaso de leche caliente para que conciliara el sueño pronto.

No recuerdo si dormí o no, pero aquello fue el inicio de una pesadilla que duró alrededor de 2 meses. En ese tiempo temía dormirme porque estaba convencida que jamás despertaría, incorporé una serie de “rituales” en mi comportamiento diario, visité todos los especialistas en medicina posibles y un sinfín de “estupideces” por llamar de algún modo a la conducta de entonces.

Mi miedo principal era la muerte, me deprimía pensando en que ya habían terminado mis días de existencia, pero contrariamente cada día volvía a despertar. Tenía pánico a ir sola por la calle porque podía desvanecerme y el hecho de encontrarme sola en esa situación me aterraba. Cuando andaba por la calle continuamente estaba inmersa en mis pensamientos temerarios para estar alerta por si ocurría lo fatídico. Total, parecía que fuera “flotando” e inclusive mis sensaciones y percepciones estaban alteradas porque por ejemplo el suelo parecía moverse a cada paso que yo daba. Sentía lástima de mi misma y siempre estaba en estado de “alerta” lo cual no permitía que me relajase con nada.

Después de acudir a Urgencias en dos ocasiones y a visitar tanto al especialista de la vista, como al del oído o corazón y comprobar que realmente no tenía nada físico comencé a entender que todo aquello era psicológico. Qué casualidad, pensé, yo una estudiante de segundo de Psicología, me encuentro inmersa en mi propio trastorno y no tengo ni idea de cómo solucionarlo. Ello me deprimía cada vez más.

Por aquel entonces asistía asimismo a un curso de Psicoterapia infantil de tendencia psicoanalítica en un céntrico barrio de Barcelona dos veces por semana. Cada vez que tenía que coger la moto para asistir al curso era un infierno para mí. Recuerdo que el curso se hacía en un entresuelo y el simple hecho de subir los escasos peldaños que separarían el portal del piso disparaban mi corazón haciéndolo latir desmesuradamente. No parecía estar nunca tranquila, mi primer pensamiento al despertar era siempre referente a mi estado. Quería escapar, huir, pero ¿de quién? Era de mí de quién quería huir, de mis pensamientos que parecían interrumpir continuamente y estar fuera de mi control. No me atrevía a ir a ver a ningún psicólogo porque ¡yo casi lo era!!! Y qué pensaría de mí.

Me quedé en nada, siempre concentrada en mi propio ser, amargando la existencia de los que me rodeaban, esperando y esperando,... Pero mi madre que no soportaba que su hija, en quién ella había puesto todas sus esperanzas de realización personal, fracasara, tomó cartas en el asunto y empezó a hablarme, a reñirme, a “picarme” para hacerme despertar, salir al mundo y luchar con todas mis fuerzas. ¿Qué me impedía hacerlo? Yo misma y mis pensamientos negativos. ¿Porqué quería hacerme daño? Culpabilidad posiblemente.

El caso es que mi madre fue el detonante que me hizo salir del cascarón en el que me había aislado y una vez hubo en mi reacción, el conocimiento de otros plasmado en los libros de autoayuda y superación hizo el resto...

martes, 17 de febrero de 2009

En busca del propio equilibrio



Con el ajetreo que vivimos en nuestros días se hace difícil que echemos de vez en cuando una mirada a nuestro interior de forma relajada, pero, aunque difícil, es necesario que lo logremos para mantenernos estables interiormente. Quizás sólo nos falte llegar a reconocer cuáles son las lagunas que disipan el equilibrio en vuestras vidas.

Nuestro yo tiene muchas maneras de defenderse de los “intrusos”, aunque entre ésos nos contemos a nosotros mismos, por ello muchas veces no podemos encontrar el desequilibrio que nos invade y nos parece “palabrería” todo lo que podemos leer en los libros de autoayuda.

La realidad es que demasiadas veces la verdad podría lastimarnos y por eso nos protegemos con la defensa de la “represión”.
Si nos mantenemos tenaces en nuestro objetivo lograremos alcanzarlo pero para ello debemos fomentar una autoestima alta que ningún análisis profundo pueda derrumbar.
La clave se encuentra en nuestros pensamientos, en su positividad. Un lenguaje apropiado, con el tiempo, formará los cimientos para asentar nuestra propia valía con fuerza.

Hay que mantener la mente clara, despierta sin enturbiarla con pensamientos negativos que fomentarían desequilibrio interior.
Hay que gozar con un repertorio siempre apropiado de emociones que mantengan sana nuestra persona.

Recuerda que las emociones parten de tus pensamientos y que éstos los creas tú.

La vida está llena de pruebas por las que pasar, de caminos tormentosos que desechar o de obstáculos que vencer.

La vida es demasiado corta para rendirte a mitad del camino sin apenas haber probado su dicha.

A cada paso que avanzamos, aprendemos algo aunque el paso sea doloroso. No sólo tenemos que aprender de las experiencias positivas, las negativas han surgido en el camino siempre por algo, jamás por azar.

Eres capaz de proseguir con equilibrio y descubrir ese bienestar, o por el contrario, invadir tu mente con insensatez.

Tú eliges siempre, aunque demasiadas veces no lo parezca.

domingo, 15 de febrero de 2009

Codependencia


El ser humano tiende a establecer vínculos afectivos y a depender de ellos. Llamamos codependencia a aquella necesidad de funcionar a través del otro. Por ejemplo, una madre a la que sus hijos abandonan en pro a su independencia, sentirá un tremendo vacio porque durante los años en los que ellos han sido educados, ella se ha dedicado a su crecimiento y ha olvidado que antes de madre era mujer; o bien, aquel marido de mujer adicta a las drogas, que tras lograr deshabituarse de ellas ya no sabe muy bien que papel desarrollar, porque mientras su esposa luchaba contra la adicción él la apoyaba, o bien lloraba por el problema de su mujer. Ahora, con la batalla en principio ganada ¿qué papel juega el marido cuando en su momento centró su vida en liberarla a ella de la adicción?...

Y como estos, muchos otros casos en los que comprobamos que tu vida va unida a la vida de otro, a sus problemas, a sus experiencias, dejando de lado tu propio interior, aquel que te pide que le escuches, que le des aquello que te pide y, cuando esto sucede, cuando nos perdemos en la "codependencia", perdemos un poquito de nosotros mismos y eso nos lleva de nuevo a sentir ese vacío interior, aquel con el que nacemos y aquel que nunca seremos capaces de llenar.