sábado, 4 de diciembre de 2010

El Merecimiento





Érase una vez una jovencita a la que se le daban bien los estudios. No era especialmente exigente con ellos pero sabia que tenia cierta facilidad para sacarse los exámenes sin demasiados problemas. Sus padres eran trabajadores pero viendo esa facilidad en la niña, hicieron de más y de menos para poder pagarle unos estudios superiores. Laura, que así se llamaba nuestra protagonista, reflexionó sobre qué carrera estudiar; había que barajar posibilidades, en primer lugar, de satisfacción personal y ,en segundo lugar, y no menos importante, de supuesto bienestar económico futuro. El papel de la mujer habia cambiado en sus años de adolescente y no podía pensar en traspasar la responsabilidad de su futuro a aquel que fuera su esposo. Así, pensando y pensando, llegó a la conclusión que Derecho sería una buena elección. Pero tenía una pequeña pero no menos insignificante pega: a Laura no le gustaba dedicar "tiempo extra" a los estudios porque a ella también le agradaba salir y relacionarse con sus amigos, disfrutar de los tiempos de ocio. Así que desestimó la abogacía a pesar de esa magnífica serie que echaban por la "caja tonta" en la que una alocada y ensimismada abogada extremadamente delgada metía frecuentemente la pata en los lavabos unisex del despacho de abogados para el que trabajaba.
De nuevo Laura tuvo que acceder a su lista de posibilidades para barajar nuevamente otra elección. Recordó que siempre le habia gustado escribir, que antaño había escrito inclusive cuentos y al parecer según le había dicho su profesor de literatura, no se le daba mal. Pero los escritores no ganan dinero con lo que la supuesta "independencia económica" por ella deseada podría verse frustrada.
Pero ella era independiente y atrevida, así pues el Periodismo podría llevarla a otros paises, acercarla a otras culturas y vivir una vida de riesgos y libertad, pensó. En realidad, Laura no era ni tan atrevida ni tan independiente como pensaba, así pues la idea de cursar estudios de Periodismo rápidamente pasó a un segundo plano.
El padre de Laura estaba preocupado porque veía a su hija perdida, sabiendo que tenia que tomar una decisión importante que todos esperaban que no fuera equivocada. El futuro para los padres había sido tan distinto del que ahora podían darle a su hija que Laura sentía una terrible responsabilidad en tomar la elección adecuada.
Una noche cualquiera de un dia cualquiera una voz desde su interior le susurró que lo que ella verdaderamente quería era conocerse más a sí misma y con ello ayudar a las personas y en ese momento tuvo claro que tenía que elegir una profesión humanitaria. Barajó Medicina, Psiquiatria, Psicologia decantándose por esta última.
Los padres suspiraban, por fin Laura habia elegido, aunque hubieran preferido llamarla "Doctora" pero se sintieron igualmente orgullosos por haber contribuido a dar a su hija unos estudios superiores que le facilitaran el camino profesional que tan difícil parecía en esos días. ¡Ella reflejaría lo que ellos no habían podido ser!
Para Laura la vida tenía muchas maravillas que descubrir y entre ellas estaba el amor, que pronto emergería. Pero sus objetivos estaban claros y no quería depender económicamente de nadie, así es que terminada su carrera trató de labrarse un futuro laboral mínimamente estable pero sin grandes ambiciones porque Laura priorizaba otras cosas al adictivo poder. Laura era soñadora, idealista y apasionada, cuestionaba lo que para ella eran injusticias y no le preocupaba ganar. Ella necesitaba sentir la ayuda, sentir que su granito de arena mejoraba a alguien de su entorno. Y así pasaron los años, sin gruesas cuentas corrientes pero con grandes satisfacciones internas aunque también tuvo decepciones por esperar un mundo más justo que el que nos toca vivir.
Fueron unas oposiciones de joven, una plaza casi adjudicada en un Ayuntamiento, por mencionar algunas de sus "internas" frustraciones para culminar en obstáculos que siempre aparecían de un modo u otro en el camino que "supuestamente" se había marcado.
Laura se decía a sí misma que si ella se creaba su realidad porqué no había prosperado en aquello que consideraba era su mérito. Dos preguntas se daban forma en su mente: ¿Porqué se levantan esos muros que me imposibilitan el acceso que creo merecer? y ¿Qué necesito demostrar con ese merecimiento?
A Laura nunca le había preocupado realmente su posicionamiento. Su filosofía siempre fue la de vivir cada instante que nos conceda la vida y enriquecernos interiormente con lo que hacemos. Merecer o no merecer una posición laboral nunca fue su prioridad sin embargo siempre buscó ese merecimiento en esas oposiciones que jamás consiguió.

Una Laura madura sonríe cuando piensa en ello y entiende, al final, que erró en ese camino porque no era el que tenia que tomar por más que se sintiera frustrada cuando no conseguía el reconocimiento.
Algunas veces la vida nos pone trabas en aquello que consideramos es nuestra meta y lo hace porque en realidad no es eso lo que queremos aunque pensemos que sí.
Laura se habia pasado media vida tratando de formar parte de la jerarquía cuando no creía en ella. ¿Porqué no se había escuchado a sí misma en vez de perder tanta energía con cada intento y posterior fracaso?

A menudo como Laura hemos de preguntarnos para qué necesitamos conseguir ese reto que nos hemos marcado, somos realmente nosotros los que lo deseamos o esa compensación viene necesitada por algún componente externo no identificado. A quién deseamos agradar, quién obtiene la recompensa, los otros o nosotros.
Si no tememos escuchar nuestro interior, las respuestas apareceran y evitaremos un gasto de energía innecesario y una proliferación de emociones negativas que sólo recompensan a aquellos que se alimentan de ellas.