
El movimiento feminista reclama la igualdad con el género masculino cuando además de las obvias diferencias fisiológicas existen un sinfín de caracteres distintos entre uno y otro sexo.
Se diría que provenimos de especies distintas
como si los hombres vinieran de un planeta y nosotras, las mujeres, de otro.Con la liberación de la mujer, el mundo laboral se ha abierto a sus pies y casi no existe ninguna tarea que le sea prohibida pero, el problema llega cuando sale de su trabajo y regresa a casa.
Ambos, hombre y mujer, han salido temprano de la misma para acudir al centro laboral y, ambos, regresarán y encontrarán todas las tareas domésticas por hacer.
Pero, y he aquí la
diferencia, la mujer tendrá una necesidad imperiosa de ordenar y recoger mientras que el hombre, aunque agradecerá ese orden, pospondrá la limpieza para su liberación de estrés.
En consecuencia, tomará el mando de la tele y se apalancará literalmente en su sofá mientras la mujer al tiempo que se queja por la incomprensión del marido recoge la ropa del suelo y pasa el mocho por toda la casa.
A pesar de toda esa realización tenemos que seguir ocupándonos de nuestros hogares porque los hombres dan prioridad a su bienestar personal en vez de al arreglo del entorno.
Nuestra manera de evadirnos del estrés es distinta de la de los hombres, los cuales necesitan sumergirse en su propio mundo para separar y distanciar las tensiones producidas en el terreno laboral.
Cuando discutimos ellos se muestran más agresivos porque se ofuscan más rápido que nosotras que tendemos a dialogar para aclarar nuestras ideas y pensamientos, pero en esa comunicación a menudo herimos a nuestra pareja porque reproducimos el pensamiento en el lenguaje para poder entendernos a nosotras mismas, y eso puede no ser comprendido en todo momento por el hombre.
La mujer se comunica y necesita ser escuchada mientras que el hombre necesita evadirse mentalmente a diario para regresar nuevamente más receptivo.Las parejas discuten porque
existen unas diferencias hombre-mujer insalvables que si no se entienden acaban por provocar la ruptura.
El hombre tiene que comprender que la mujer necesita de su romanticismo y receptividad porque la comunicación para ella es primordial.
La mujer tiene que aceptar las inmersiones del hombre en su caverna personal donde podrá liberarse del estrés y tomar energía para ser capaz de escuchar de nuevo.
No hay que tratar de cambiar a uno u a otro porque esas características marcan la diferencia y ésta complementa a nuestro propio ser.A menudo conocemos a una persona y queremos llevarla a nuestro terreno, cambiarla, esperando que así se muestre del modo que nosotros deseamos pero esto no es correcto porque cada cual es único y es precisamente esa unicidad lo que le da valor como persona, como ser humano.
Hay que recordar al establecer relaciones que pretender hacer al otro espejo de uno mismo no es más que buscar nuestro yo; eso, no es querer.El amor es un sentimiento incondicional que no pide nada a cambio y que acepta al otro tal cual se nos presenta.
Si los miembros de una pareja entendieran que son distintos, muchas de las rupturas que se producen a diario no llegarían a darse porque aceptando las diferencias encontraríamos la tregua necesaria para seguir adelante.
Los conflictos a menudo surgen porque olvidamos que hombres y mujeres provienen de mundos distintos.