domingo, 4 de abril de 2010

La Llave (2ªparte)




Elena contempló sus temblorosas manos sin saber cuanto tiempo podría todavía mantener el papel entre sus dedos. Su corazón latía precipitadamente.
¿Qué debía hacer? – se preguntaba, pero no tenia la mente clara para emitir respuesta alguna. El contenido de aquella carta la había turbado por dos motivos, el primero, nunca antes Julián le expuso sus sentimientos tan abiertamente, y el segundo, sus teorías parecían tener una razón real. Ahora, más que nunca, debía tranquilizarse para poder pensar con claridad.
Consulto su reloj, las 2:30 am. Miró a través de la puerta de la habitación de Irene y constató que seguía profundamente dormida. Afuera sólo se oía la noche, una clara noche de luna llena.
Aprovechó para bajar al sótano donde, en su día, guardó el baúl que le había enviado Julián. Como estaba cerrado, lo dejó en un apartado y oscuro rincón, junto con el resto de objetos también de su propiedad. Posiblemente el hecho de mantener todavía esas pertenencias le hacían creer que aún seguían juntos, a pesar de la distancia y la escasa correspondencia recibida.
Sus verdes ojos buscaron entre las sombras el baúl dorado. Era de un tamaño mediano y la llave se introdujo en la cerradura sin complicación alguna. Una vez abierto, Elena extrajo el contenido de su interior: una libreta tamaño cuartilla cuyas hojas parecían a primera vista vacías, una agenda negra con unos raros símbolos en su interior, una pirámide de cristal de cuarzo verde-azulada y unas extravagantes gafas con doble juego de vidrios, alternando cuatro tonos de colores, marrón-azul-verde y naranja. Nada más, ni doble fondo, ni escondites secretos. Nada.
Elena suspiró con cierta angustia ya que aquel contenido no mostraba demasiada claridad a las palabras de Julián. En aquel preciso instante, una tenue silueta se precipitaba por las escaleras hacia el sótano. Los pasos aunque débiles prolongaron el estado angustioso en el que se encontraba Elena. Su corazón palpitó con fuerza hasta que el resplandor de la luna puso imagen a esos pasos. Se trataba de Irene en uno de sus despertares nocturnos. Sus azules ojos abiertos dejaban resbalar pequeñas lágrimas, como si se sintiera desbordada por una inmensa sensación de tristeza. Caminó hacia Elena y cuando se encontró frente a ella, cogió con sus finas y diminutas manos la pirámide de cristal al tiempo que le decía a Elena que se pusiera las gafas intercalando la posición de los vidrios. La simbología contenida en la agenda cobraba ahora un aspecto legible. Gratamente sorprendida, Elena abrazó a Irene y le dijo que no llorara, que no había motivo para ello, que con su ayuda estaban más cerca de ayudar a Julián. Irene contestó aún con lágrimas en sus ojos, que a Julián no le quedaba demasiado tiempo y tampoco a la humanidad.
Esa realidad que ahora estaba en su poder tenía que descifrarse al mundo, para que abrieran los ojos al engaño en que se habían convertido las vidas humanas.
Pero Julián les advertía que corrían peligro, que tenían que ponerse a salvo y estaba claro que esa casa que tanto tiempo las había mantenido protegidas del mundo, ahora podía suponerles un obstáculo. Si alguien las encontraba, no tendrían protección alguna, así es que tenían que salir cuanto antes de allí.
Consultó nuevamente su reloj, aún disponían de 4 horas hasta el amanecer y con ayuda de la luna podrían avanzar bastante. Pero ¿hacia donde? Recordó algunos de los amigos de su padre, gente influyente que quizás todavía no habría sido contaminada, pero claro eso podía exponerlas a un verdadero peligro. Entonces recordó a Roberto, su compañero de facultad. Luchaba desde la clandestinidad en contra de la opresión. Llegó a poner cara y nombre a los que estaban en el poder. Salió ileso de dos atentados y ahora estaba más oculto que antes, pero Elena sabía como contactar con él…
“Es buena idea” – dijo Irene como si le hubiera leído el pensamiento.
Tenían que dirigirse hacia el sur de Francia, donde Elena le había dejado antaño mensajes cuando necesitaba contactar con él. Probablemente era el único escondite todavía activo. Tenía que probarlo. Él podía ayudarlas, sabía cómo hacerlo….

Mientras, en algún lugar cercano, un hombre encendía un cigarrillo tras cerrar su móvil. Segundos antes, al otro lado del auricular, una voz grave le decía: “Puedes acabar con el objetivo. Deshazte de las pruebas. Tiene que parecer un accidente.”


Llegados a este punto, el autor/autora del relato de ficción debe decidir si terminar aquí, cediendo la batalla a los malos o bien, muy al contrario, sacarse un as de la manga y optar por salvar a los buenos y seguir con la narración.
En la ficción, todo es posible, pero en la realidad, en aquella que lo es para nosotros, a muchas personas se les arrebata su vida por ayudar a otros en este despertar que necesita la Humanidad.
Cada uno pone su grano de arena en esta, nuestra historia, la que nos incumbe a todos, porque lo importante es querer abrir los ojos a la verdadera realidad, aquella de la que somos esclavos y contra la que podemos luchar.
No hay que temer, solo hay que querer.



“Neo había recibido suficientes balas como para perder su vida, sin embargo, el hecho de saberse con el poder para cambiar el mundo consiguió que cambiara su realidad, o ¿fue el amor de Trinity?”

Cree en tu poder para hacer tu realidad, esa es la clave.