jueves, 5 de abril de 2012

El amor y la manera en que aman los hombres y las mujeres




Balzac nos decía que el “amor no es sólo un sentimiento, sino es también un arte” el arte de tratar de transmitir ese sentimiento sin dañar al otro, sin coartar su libertad, entendiendo el espacio que como persona necesita tener, distinguiendo el apego del deseo, la dependencia, adicción o necesidad del auténtico amor.
Frases como “Mi existencia no tiene sentido sin él/ella”, “Él es lo más importante de mi vida”, “Nuestro amor es eterno, es imposible que nos dejemos de querer” tienden más hacia un apego afectivo que hacia un concepto de amor racional.

Amar no es poseer, no es temer perder al otro. Cuando reclamas poseer al otro, buscas controlarlo por miedo a perderlo. El apego surge de la inseguridad propia y de una serie de creencias o asunciones disfuncionales que nos conducen a entender el amor como dependencia.

Hay muchas clases de maltrato además del físico, propiamente dicho. Cuando un componente de una pareja pierde su libertad, está siendo maltratado.”

Del modo en que la sociedad nos ha transmitido el amor no es realista: el concepto de amor surge del Romanticismo y se basa en el idealismo romántico que encontramos en los cuentos de príncipes y princesas. Así lo describe la siguiente poesía:

Los invisibles átomos del aire en rededor palpitan y se inflaman; el cielo se deshace en rayos de oro; la tierra se estremece alborozada; oigo flotando en olas de armonía el rumor de besos y el batir de alas; mis párpados se cierran…¿Qué sucede? ¡Es el amor que pasa!” Gustavo Adolfo Becquer

El amor espera una excesiva correspondencia: con o sin intención, el amor induce a las parejas a exigir demasiado.

Jaime ama a Alicia y no comprende porque desea estar sola. Ella le ama pero necesita recuperar su espacio. Él vive la convivencia como un espacio que se comparte las 24 horas del día. Necesita saber, conocer, controlar, porque así es como Jaime entiende el amor. Alicia acaba negándose su propia libertad en pros a un amor asfixiante. Deja de escuchar su propio deseo para corresponder al de él.”

Es bastante probable que una historia como la de Jaime y Alicia se viva en muchas familias y seguramente cuando nuestra supuesta Alicia le comenta a su madre o a una amiga esa forma tan especial que tiene su Jaime de amar, ellas comentarían:
“¡Qué suerte que tienes de tener un hombre que te adora y sólo vive por y para ti!”.
Estos son los valores que han marcado el amor en nuestra sociedad. Un amor romántico, posesivo, en el que se retiene al ser amado por temor a perderlo y en ese punto cedemos nuestros derechos como seres individuales.

El cariño consiste en dar libertad al ser amado, no en retenerlo.

El amor engendra sumisión: por tradición al hombre se le inculcaba la idea de que le correspondía proteger a la mujer. Ella era la débil y él el fuerte.
Hoy en día, hombres y mujeres aceptan el hecho de que ambos son seres humanos, dotados de inteligencia, necesidades y emociones semejantes. El género no marca la diferencia.
Si cedes tu libertad al otro, si caes en la sumisión para demostrar tu amor, te estás faltando al respeto ignorando por completo toda la lucha que se ha llevado a cabo para dejar atrás el concepto antiguo de hombre fuerte y mujer débil.

En toda relación de pareja se pasa por las siguientes fases:

Enamoramiento, en donde aparece un fuerte sentimiento de atracción hacia la otra persona, mediado por una presión social y una predisposición cultural. Aparece también un proceso de idealización de la persona que nos atrae y finalmente la actitud que tenemos hacia el otro es de compromiso y entrega máxima.
Noviazgo, aparece el intercambio de conductas gratificantes, la novedad genera un proceso de euforia. El desconocimiento mutuo sigue supliéndose con la fantasía, a partir de una imagen previamente idealizada y un conocimiento selectivo.
Compromiso, con la convivencia diaria aparece nueva información sobre el compañero, a menudo este conocimiento implica cierto desengaño al compararse con la imagen previamente idealizada. En el aspecto negativo aparece la rutina y el porcentaje de actividades gratificantes disminuye, mientras que en el positivo, se consigue comprensión, compañía, identidad social, satisfacción sexual y reproductiva, protección.

El amor completo y por tanto satisfactorio es el que incluye los siguientes componentes de manera equilibrada sin perder de vista el respeto hacia uno mismo:

Ágape, es la ternura, el cuidado por el otro
Eros, es la pasión por el otro. El deseo en estado puro.
Philia, es la amistad, el compañerismo.

Tras aquellos indicadores de dependencia, apego afectivo insano, estilos afectivos tóxicos, en una relación de pareja podemos encontrar pensamientos irracionales tipo:

•“Esa es su manera de amar
•“Me quiere pero no se da cuenta
•“No es tan grave
•“No recuerdo que haya habido nada malo
•“Se va a dar cuenta de lo que valgo
•“Intentaré nuevas estrategias de seducción
•“Mi amor y comprensión lo curarán
•“Me quedaré sola. Nadie me amará nunca
•“Sería terrible que él me dejara
•“Las mujeres son todas infieles
•“Los hombres son infieles por naturaleza

Y creencias irracionales tipo:

•“Si hay amor no necesitas nada más
•“El verdadero amor es incondicional
•“El amor es eterno
•“El amor supone sacrificio


Amor y apego no siempre deben ir de la mano. Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la ternura. No podemos vivir sin afecto pero si podemos amar sin esclavizarnos. El desapego es una elección que dice a gritos: “el amor es ausencia de miedo”.

¿Qué ideas erróneas están en la base del concepto que tenemos del amor?
¿Por qué nos ofendemos si el otro no se angustia con nuestra ausencia?
¿Por qué nos desconcierta que nuestra pareja no sienta celos?


Existen una serie de esquemas cognitivos y necesidades que nos vinculan a determinados estilos afectivos tóxicos:

•El amor desconfiado donde él diría “Si no estoy vigilante me engañarán” y ella diría “Necesito que me celes y sufras por mi, para sentir que tu amor es verdadero”.
•El amor hostigante en donde el esquema cognitivo disfuncional diría “Tu vida debe girar a mi alrededor” y la necesidad que nos vincularía a él “Es mejor que yo. Debo entregarme totalmente a él”.
•El amor violento donde tiene su origen la violencia machista “Te lo tienes merecido, ¿Quién te manda ser tan débil?” y la necesidad a vincularse a un esquema tan desadaptado “Necesito alguien que me defienda” “Necesito alguien valiente a quien admirar”
•El amor egoísta “Mis necesidades son más importantes que las tuyas” y la necesidad “Necesito alguien con quien identificarme”.

Para prevenir todos estos esquemas cognitivos erróneos que nos acercan más al apego, a la dependencia, al encarcelamiento afectivo y puede desencadenar actitudes que promuevan la violencia machista tenemos que empezar a cambiar los desastrosos preceptos sociales todavía estancados en la sociedad.

Desde pequeños hábitos educativos hay que crear valores que promuevan la libertad humana, el respeto, la dignidad, la unidad hombre-mujer, una sana autoestima.

En el amor hay que potenciar un estilo de vida orientado a fomentar la independencia psicológica. Hablamos de Soberanía psicológica individual e incluye: mi espacio, mis cosas, mis amigos, mis salidas, mis pensamientos, en definitiva todo aquello que sea “MI” que no necesariamente excluye el “TU”.

El equilibrio adecuado es aquel donde las demandas de la pareja y las propias necesidades se acoplan respetuosamente. Recuerda siempre que no te merece quien te haga sufrir. Predicar un amor recíproco es aceptar que todos los humanos son valiosos, incluido tú mismo.