lunes, 1 de junio de 2009

El manejo de las emociones en los desórdenes alimentarios





Sus lágrimas se calmaban ante la copiosa bollería que había acumulado en la última salida y, en menos de diez minutos había podido con un ejército de calorías.

Clara se embotaba de comida para suplir la necesidad de contacto que corría por su grueso cuerpo. No dejaba que sus emociones salieran a la luz y las tapaba con esos atracones bulímicos. Luego, no vomitaba pero se sentía terriblemente culpable,...

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Los llamamos trastornos alimentarios y los más conocidos son la Bulimia y la Anorexia.
Las personas que sufren dicho tipo de trastornos tienden a negar sus propios sentimientos y en el transcurso de la terapia se trata principalmente de aprender a sentir las propias emociones, a elaborarlas. Se trabaja con los pensamientos que invalidan, paralizan la expresividad de dichas emociones, pensamientos negativos e irracionales que causan dolor en la persona que los experimenta.

Algunas de las distorsiones cognitivas que podemos encontrar comúnmente en ambos trastornos son:

•Generalizan partiendo de un aspecto parcial.
•Necesidad de incorporar rituales o rigidez de normas en sus pensamientos.
•Magnificación de consecuencias negativas, es decir, piensan que si sólo comiendo algo insignificante han aumentado rápidamente de peso, nunca podrán comer normalmente como lo hacen el resto de las personas.
•Pensamiento dicotómico, es decir tipo “todo o nada”.
•Ideas autoreferenciales como por ejemplo: “Parece que todo el mundo se ha dado cuenta de lo asquerosa que soy con la comida”.
•Ideal de imagen corporal irreal.
•Responsabilizan al propio cuerpo de cualquier fallo, desengaño o insatisfacción que reciban del entorno.
•Interpretación del pensamiento (distorsión muy típica cuando existe inseguridad o desconfianza en el propio talento o recursos).
•Se usan con exagerada profusión los “nuncas” o los “siempres”.

Una base importante, como siempre, se halla en la propia autoestima. El o la bulímica se siente “asqueroso” porque no posee control sobre su propio cuerpo ni mente dejando que el primero se transforme a cada paso que avanza el desorden. Se sienten en profunda y constante irrealidad porque su propio yo amenaza continuamente con sus cambios físicos. Tanto la bulímica como la anoréxica identifican su autoestima con la del propio cuerpo y como poseen una alteración en la percepción y valoración corporal, éste se vive negativamente.

No pueden permitirse mantener relaciones interpersonales demasiado íntimas porque ello podría delatar su “repugnante” e incontrolable comportamiento. Se mantienen en continuo aislamiento para preservar su imagen externa pero dicha constante soledad les lleva al “atracón” para paliar el sentimiento evocado.
Huyen y huyen pero la obsesión por la comida les persigue porque se halla en sus pensamientos, en su interior.

La obsesión es la principal característica del pensar bulímico y del anoréxico. En la bulimia la persona que la padece puede llegar a obsesionarse con la idea de comerse todo un arsenal de alimentos ricos en calorías; lo planeará, meditará de forma rigurosa y obsesiva como si de un ritual se tratara. En la anorexia, la obsesión se centra en la cuenta mental de calorías de todos los alimentos.

Finalmente ambas se sentirán incómodas con su propio cuerpo, una porque su autoimagen está alterada y la otra porque se siente demasiado cambiante.
Una perfeccionista y exigente al máximo se obsesionará con el control y la otra, autodestructiva negará cualquier expresividad de su persona con alimentos lo cual la culpabilizará como si del mayor crimen se tratase.

Ambas se relacionan inadecuadamente con la comida, no encontrando una manera saludable de funcionar en su entorno. Anoréxica o bulímica aprenden con la manipulación de la comida o del propio cuerpo a enfrentarse con las situaciones que se les presentan. Una manera poco saludable que les conduce a un trastorno grave que puede causar la muerte en quien lo padece.