viernes, 22 de enero de 2010

La muerte




Hace unos cuantos años escribí sobre ella. Era la primera vez que abiertamente declaraba mis temores, aquellos que me habían acompañado durante tantos años y al mismo tiempo, recordaba un episodio de mi vida que despertó en mí unas sensaciones nuevas que restablecieron todo mi sistema de creencias al respecto.
Ayer, sin ir más lejos, encontraba unas líneas de lo que escribí entonces:

“…Crecí con temor y el paso a la madurez me ha hecho empezar a querer entenderla, incorporándola en mi visión de la vida. He comprendido que en el pensamiento se alberga la clave para una mente sana e intento a lo largo de mi vida incorporar pensamientos positivos que me ayuden a evitar frustraciones o malestares. Frente a cualquier situación lo peor que puede pasar es la propia muerte y ello es un hecho totalmente natural, con lo cual son innecesarias emociones tales como ansiedad o depresión.”

Estas palabras actualmente sirven de argumento para el trabajo con ancianos, con personas cercanas a la experiencia de muerte para mejorar su calidad de vida.
Repasando nuevamente aquel artículo encuentro conceptos a tener en cuenta cuando hablamos de la muerte:

“Es un proceso natural que nos conduce a un nuevo despertar, porque hay algo en tu interior que así te lo dice y que llamamos alma, aquella que alberga tu cuerpo físico y que es invisible y adimensional. Este pensamiento proporcionará seguridad y mantendrá alejado el miedo a esa misteriosa experiencia.”

La muerte es un proceso natural.
Nacemos sabiendo que pereceremos. Esta es la ley de la vida humana y lo refiero de este modo “vida humana” porque más allá de nuestro cuerpo físico (vehículo, si lo prefieres) tenemos un alma que es nuestra verdadera esencia. Por tanto la muerte es la finalidad del cuerpo elegido en ese renacer.

Ansiedad y miedo son las emociones que reflejamos ante la posibilidad de morir. Son sentimientos que invalidan, que paralizan creados desde nuestro pensamiento irracional y dañino.


La razón básica de tu ansiedad en relación con la muerte es el hábito de toda una vida de creer que tu cuerpo eres tú. En realidad eres una mente consciente que habita en un cuerpo.

El miedo a la muerte inhibe nuestra vida porque muchos actos no se realizan pensando en el peligro que comportan. Nos volvemos débiles, catastróficos porque no entendemos con qué medida se toma la gran decisión de despojarnos de nuestra vida, creyendo a menudo que no es justo. Nos pasamos media vida invocando el perdón de un Dios o resolviendo antiguas culpas para así disponer de la concesión de más tiempo. Pero, ¿tiempo para qué? Para que nuestro cuerpo agotado siga viviendo esta realidad.

La muerte forma parte del proceso de la vida.
Pocas personas llegan a aceptar la muerte como un proceso natural y normal en la vida y aquellas que lo consiguen, probablemente tengan una vida más feliz.

La ansiedad que sentimos a lo largo de nuestra existencia física en torno a esa experiencia, tiene que ver con la falsa creencia de que somos eso que vemos reflejado en un espejo y, “eso” se lastima, se hiere, se arruga y desaparece vitalmente.

Nuestro principal problema es que todavía no hemos asimilado la idea de que tan sólo es nuestro caparazón el que muere, es decir, el cuerpo o forma que adquirimos al presentarnos a los demás mortales. Nosotros somos una mente consciente habitando un cuerpo y por ello hemos de entender que aunque el cuerpo se extinga con el proceso de la muerte, la mente que lo habitaba sigue su camino en la eternidad del Universo.

Recuerda que nada es horrible ni intolerable en sí, sino que son sus ideas irracionales las que se lo hacen creer así.
Lo peor que puede pasarnos ante un acontecimiento es que terminemos muriéndonos. Pero eso mismo es completamente normal y nos llega tarde o temprano a todos.
¿Por qué pues alterarse y deprimirse ante lo que, después de todo, no es más que normal?