sábado, 21 de mayo de 2011

Hablemos de Autoestima




La autoestima podría definirse como el nivel de autosatisfacción que tiene una persona de su competencia y de su merecimiento frente a los retos que se va encontrando en su vida.
La autoestima se va forjando y a la vez acumulando con el paso del tiempo. Es dinámica y abierta aunque en la vida adulta tiende a mantener cierta estabilidad.

Es el concepto que tenemos de nosotros, cómo nos vemos, si nos gustamos o no, si solemos criticarnos, si nos consideramos capaces, listos, inteligentes, responsables, por poner ejemplos. Todo ello habla de autoestima. Y ésta se va formando con el tiempo, con los mensajes que uno se dice a sí mismo y con lo que recibe de su entorno.

La frecuencia de situaciones vividas como fracasos, con el consiguiente sentimiento de pérdida y la cuota importante de frustración agregada por no poder cumplir con nuestros deseos y necesidades es la que nos impulsa a cuestionar nuestro ser.

En el instante en que nos disponemos a quitar los disfraces que han ido ocultando nuestra verdadera persona, nos encontramos con el verdadero que somos, dispuestos ya a hacernos cargo de nuestros errores pero también a salir al mundo en la nave de nuestras virtudes.

Viviendo las experiencias bajo el prisma del fracaso, la autoestima se resiente y no siempre nuestra perspectiva es correcta o racional. Es importante que nos demos cuenta del lenguaje utilizado cuando nos hablamos a nosotros mismos porque esto se traduce en más o menos confianza y respeto por nuestro ser.

Todos somos capaces de desarrollar una sana autoestima en la medida en que nos fijemos metas accesibles y lógicas.

“Es la ley de vida que cada vez que se nos cierra una puerta, se nos abre otra. Lo malo es que con frecuencia miramos con demasiado ahínco hacia el pasado y añoramos la puerta cerrada con tanto afán, que no vemos la que se acaba de abrir.”
ALBERT SCHWEITZER

Realmente es nuestra actitud hacia los hechos que nos suceden la que marca la consecuencia. Frente a cualquier dificultad siempre hay distintas maneras de actuar:
1.Puedo lamentarme de mi mala suerte y aferrarme siempre a ese pasado que me limita mi actuación en el presente.
2.Puedo tratar de salirme de la escena y verla como un mero espectador para así, de forma objetiva y sin implicación personal, ser capaz de dar una respuesta adecuada.
3.Una actitud positiva de resolución de conflictos y no de puro victimismo ayudada por una actitud de confianza y respeto por mi mismo, favorecerán el camino hacia una sana autoestima.
4.El lamento me frustra, me hace sentir impotente y ello se traduce en resentimiento.


Recuerda: A menudo un árbol solitario puede no dejarte ver el bosque entero.

No hay comentarios: